Imagen cogida de la red
CONVICCIÓN
Morimos junto al paraguas lento
de la propia sombra: el tiempo es puerta
y espejo, ese azafrán de eterna
contradicción.
Ante el porvenir, la telaraña de
las analogías, el buitre del ocaso
con su hambre, el estruendo de
las balsas que ahogan los sueños.
—Sabes que cada cruz nos delata
sobre la infancia posible de los muertos;
parte de nuestra voz, jura tantas
veces sobre un vuelo inasible.
Hoy o mañana, después esos miedos
consumidos en las estatuas, el viento
y su vómito de pájaros,
la carne seducida por las larvas,
el alud del bajomundo sin decoro.
Lloramos ante la luz incesante de
los días: sin duda seducimos a perpetuidad
la agonía, esa otra ventana
oscura de la conciencia.
Ahora resulta extraño y grotesco
el teatro (ninguna comicidad es superior
a ese maniqueísmo del cadáver del cuervo de la aurora.)
El reloj nos enseña siempre a
calentar el fuego y poner la mesa…
Barataria, 26.V.2014
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