Imagen cogida de la red
NOMBRES
Los fui aprendiendo como semillas
compartidas a lo largo de la hoguera.
Desde entonces el júbilo tiene
campanas y no mausoleos: (aprendí, luego,
que hay palabras ignominiosas y absurdas), nombres breves; otro, largos
como la esperanza, como los hilos
telegráficos de los pájaros.
Ahora juego a subir y bajar
escaleras (de pronto pienso que el cielo
tiene lenguaje de basílica, y lejanías más extensas que un plato
de comida.)
¿Qué circunstancias aúllan en el
espesor de ciertos nombres?
Sé que mi pelaje, a menudo, se
enfría en la lluvia, (vos) le quitás, al frío,
la rebeldía a mis cabellos…
Barataria, 05.IV.2014
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