Imagen cogida de la red
LITURGIA
En la calle los minutos menstrúan
sus paradojas, destilan ahí sus largos
muslos. (Siento que nunca me he quitado las ataduras de la perversidad,
ni he negado a los caudillos de la delincuencia.)
Hasta ahora el cuerpo se hunde en
realidades putrefactas: ni siquiera
los tejados se salvan de extraños
habitantes; resulta perenne el empedrado
y el ocaso de las ventanas.
¿De qué introspección se vale la
solemnidad de la hostia?
¿Qué atalaya no deja de ser
nefasto expediente?
Caminas a mi lado y jamás agoto
el miedo: tu cuerpo ahí en la torpeza
de mi equilibrio, ahogados
entusiasmos de la antorcha, zozobra ante el caos
y el ya no ser. (Al puñado de gritos —no obstante— las
lecciones
de los ijares en mi boca, el regimiento de tu júbilo.)
Mañana, seguramente, tendremos la
certidumbre de algún relámpago.
Barataria, 09.IV.2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario