Imagen cogida de la red
FLAUTA
Y
oías como las espigas crujían…
cuando
mis ojos se derramaban sobre tu carne y era posible el vuelo
de
las mariposas alrededor de tu sexo, de tu ombligo, de tus pechos, de tu
boca
entreabierta por donde salían nubes blancas que humedecían con sus
lluvias nuestros dos corazones.
José
María Hinojosa
Parece que
el viento abre las cortinas del sonido de todos los días transcurridos de la
memoria: en la sartén el globo terráqueo de los suspiros y el bajo mundo de los
sonidos con sus flecos de cardo y espina en las cercanías de la hoja del pecho
los comandos áridos del polvo o la jícara colgando de la rama quebrada del
tiempo —en los alrededores de la oscurana el sonido de la piel alto
paraguas salpicado de semanas las paredes de adobe sombra y sonido piel gastada
de sobresaltos amarillos bajo la tormenta conforta el claustro el poderío del
aleteo los dedos en la prisa de hallar la luz y tocar el sonido de la puerta de
las aguas del vuelo (ciego rescato la
difícil tarea de las flautas) desciendo hasta la enredadera de tu ombligo
el columpio del aire es solo el barco que eterniza el perfume el inconsciente
de musgo y río y surco a mi espalda la locura de tus ramas la rebelión de la
voz que calcinamos ante tantos rufianes no me cabe el volumen de los zapatos en
los paralelos perecederos de la lotería ni los dentífricos aunque limpien los
vértigos de la memoria (ciego sólo me
atengo al alma nacional de la emoción que suscitan los subjetivismos al pulmón
pulsante y doctrinario a la voz de siempre sin emolumentos y contrapartidas)
el viento instruye mis conquistas el viento del tejado incontenible el viento
inexplicable del amanecer: lo vívido que no necesita de anteojos ni de palabras
ni de grafitis el crepúsculo es confesional en mi calvario: de vez en cuando se
multiplican los sarcasmos dejo que la orquesta habrá los zaguanes para cada
quien lo de menos es la caverna lo demás es la magnificencia de la gracia vital
(en medio de la jungla suelto los
vilanos) y me adueño del sombrero del sonido no necesito reflectores para
ver el mar ni de momias inefables para sonreír —cada quien hace lo suyo aunque
a menudo es extraño el hedor de las ciudades de pronto me da por creer en el
latido de las estribaciones no sé si en el sintaxis unánime de los bolsillos no
sé si en la prosodia del vinagre lejos estoy de la pusilanimidad de las
fotografías en cámara lenta estoy asqueado de ciertas convulsiones de ciertos
griteríos ponzoñosos ya me he hartado del ojo de la humanización de los
narcóticos cada quien que oscile como mejor le parezca si alguien me lo
pregunta: sólo me fío del sonido de las flautas no del estruendo alevoso y
desinflado descreo del fermento de las miradas si de las luciérnagas musicales
del ocote de ellas soy asiduo correligionario (ante cualquier presagio las vísceras son imposibles) ya estuve en
la oscuridad de la saliva de ciertas horas junté puchitos de pájaros para
andarlos en el bolsillo hice de mi propio tiempo antorcha y silbido —ahora no
me podés decir que soy sacrílego aventándome larvas de crepúsculos inciertos más
allá de lo extrañas que resultan las lápidas tus pies y tu conciencia en mi
cadáver ¿oyes que la lluvia muerde los recuerdos? (ya no importa estar vendado si tu voz me da mordiscos en las sienes ya
no importa si existo aunque emerja de otra tumba donde tu boca pronuncie sin
desmayo ese alfabeto de viento sobre la lápida)
Barataria,
25.III.2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario