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CLOACA
Cada quien tiene su precio, —me has dicho. En mis torpes
cuencas,
la extrañeza de atardecer en las
pezuñas. Esa disputa a muerte
por lo maloliente de los vacíos
que acumulan las manos, por la sed devota
de lo inmundo, por los estragos
de los excrementos en las aceras.
Aun así me ríes desde dentro de
la fotografía carcomida por las cucarachas;
te ríes de mi pocillo de peltre,
del plato oscuro del guacal de
morro, del mapamundi que despliegan
las marionetas, de los tantos
tiliches prohibidos que arrastra la lluvia.
(Entre tanta camisa deshabitada, la brisa de la alcantarilla en la
puerta,
los dedales profundos de los callejones sin salida de la esgrima y
el fango.)
Estrujados los brazos en la
soñolencia,
el lagrimal morado de la noche,
la escritura deshecha en el pantano.
Llego al punto de lamer los peces
de mi inmundicia…
Barataria, 12.IV.2014
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