Imagen cogida de la red
ABIERTA CORROSIÓN
Sobre
el techo, las aguas oxidadas de las horas. ¿Acaso delirio del moho?
El
pecho corroído de las esquinas de los espejos, —cada cual donde su sombra
deambula
en la boca amarilla del umbral.
En
el paladar ensombrecen las sombras, el haz de humo
que
envuelve los sueños, la fuga del no ser repetido en aceras desiertas.
En
las semillas, a menudo se repite el terror, la artimaña que mastican
los
matorrales, el infierno que a golpes nos adentra en su furibunda emboscada.
En
el ojo avanzan los bisturís ciegos del letargo;
en
el metal de la efervescencia se gestan las crines desorientadas del viento,
las
uñas de la herrumbre,
los
brazos resbaladizos de la melancolía y la idiotez.
(De la línea ferroviaria
a los durmientes, el gesto retorcido de los pernos.
Los orificios agudos del
frío, esta manera de descender de los sentidos.
Exaspera la garganta
cuando enronquece de murmullos o silencios.)
Si
algo nunca se cierra, es el trajín sobre
la piedra del desencanto,
el eco sordo del arado y su sombra de ardores
desprendidos.
Tras
el disparo de las convulsiones, el horror con su fatigoso trabajo.
Barataria,
29.XII.2014