Imagen de John
Frederick Kensett
ÁRBOL
Firme sobre la loma del torrente.
Cada rama revive la embriaguez y hasta
los calendarios que guarda el
albedrío. (Con el alma en un hilo
me adentro al suburbio de las obsesiones),
y no es fácil hibernar los
lóbulos cuando otro tiempo deshace el camino.
—En el péndulo de la saliva, ¿carne
o sueño la espuma que lame
el espejo, las raíces hurgadas
del entrecejo? —Habré de transitar quemado
todo lo desoído, habré de sangrar
siempre en el azogue.
Lo que queda del árbol siempre es
la historia y sus miedos, sazona el vértigo
sus señales de huésped inoportuno:
mañana, en el trasiego, la
infancia de nuevo y sus juguetes…
Barataria,
03.XI.2013
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