Imagen cogida de la red
INSOMNIO
Sucede que el humo germina en la
uña de los muertos. Allí, en el vagido
desaforado de la asfixia, entre
exégesis y pulmones.
En la combustión estallan las
agujas del reloj y el féretro que contiene
los huesos, la alegría corrosiva
de los trenes,
y la parsimonia del suicida con
una brasa entre las manos.
Mientras aparco el aliento en la
habitación oscura, la gravidez embriaga
la memoria del ojo al revés de la
ternura, bestias sórdidas en el nicho,
indescifrados ritos del andrajo.
—Sobre el hacinamiento de
epítetos en el espinazo, afloran las dudas
como las aguas oscuras de los
témpanos cristalizados.
Todo cabe en los nichos helados
de las semanas, cualquier desatino
con excedentes de mugre,
los trapos del falso estupor y
hasta el río obsceno del escombro: los residuos
del subconsciente dejan vendavales
en el almácigo de los balcones;
otra cosa es cuando el paisaje se
harta del diluvio y la caricatura altera
los hangares,
el trajín hasta el golpe de la
ceniza, el agobio del aletazo o las pulsaciones
debajo de la colcha de los sueños
derruidos.
Aún estoy en movimiento,
figurillas desconocidas colgadas del cancel
de la saliva, raptado el
horizonte del alba, entre durmientes
líquidos de náufrago, visibles espejos
degollados por la ironía de la danza.
Siempre supe que hay diferentes
maneras de perderse en el mundo:
canto a mi materia en fuga,
impaciencia de espléndidas quemaduras…
Barataria, 28.II.2013
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