Foto de LA BOTTEGA DI MARGOT,
cogida del FB de Hedes Andrea
CARTA
El mundo nos ha cambiado la piel
de antiguos habitantes, lustros,
ecos, risas de no sé qué ciega
vigilia, miedos a vitrales oscuros;
en las cartas me vienen diluvios
de hambres,
—ninguna mueca puede ser
memorable sobre el papel, ni benigno
el confeti tirado sobre el
pavimento.
Contra toda nostalgia, los lirios
muertos de los jardines,
el cine mudo de Charles Chaplin,
las palmeras degolladas del espíritu.
De pronto las monedas de sal en
los ojos, las esquinas de los huesos
en la dentadura amarilla del
tabaco,
exactamente como trocitos de
herrumbre en el cofre del aliento.
Ya no creo en los santos
patronos, ni en el pecado que zarandea el bocio
de la culpa: dejé hace tiempos de
limpiar mi propia imagen, pese
a la sábana hervida del escombro,
pese a esta suave muerte de naipes.
Sudo todos los rescoldos desde el
fondo de la tinta (el reloj fenecido
y sin adjetivos) hasta que las hormigas dejen de aparecer en mis sueños,
desciendo ya sin armaduras
desde las profundidades del
deseo: los recuerdos son como una ventanita
líquida que se cuela entre los
poros y sacude los eucaliptus,
(ya no sé si glorificar el poderío que tienen los sueños y las
alas)
Contemplo el sobre manila de la
perennidad y todo lo efímero que contiene;
es natural, —supongo— morder el
tabanco, abrir la puerta,
oler el aserrín de la lluvia
desde el atril iluminado del desatino,
recordar toda la mecedora llovida
del resuello, el filme mudo del espejo,
todos los meses, quizás rodeados
de ceniza.
(Nunca entendí el juego del grafito en el papel cebolla del
aliento)
¿Puedo oler cada centavo de
calendario, las calles de entonces con
sus grietas,
la suciedad que dejan nuestros
deudos?
En el fondo, leer entre líneas es
desvivirse. Siempre respiro la música
de los muertos y ese zumbido de
los peritos con binoculares.
Ya he envejecido entre los
muebles de las telarañas:
ahora me toca debatir contra la
transparencia del viento, y hasta brindar
si es posible, con el balcón que
está allí, junto a la sombra
del himen roto de las ventanas,
en todo caso, del tiempo andado.
Barataria, 18.II.2013
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