Las ansiedades a menudo se vuelven un acueducto del polvo.
Cuesta sacudirse la conciencia de los males de este tiempo,
Sobre todo cuando en el espacio se pierde el horizonte
Y sólo priva el resplandor del estrépito.
Cuesta sacudirse la conciencia de los males de este tiempo,
Sobre todo cuando en el espacio se pierde el horizonte
Y sólo priva el resplandor del estrépito.
Fotografía tomada de Friki.net
POLVILLO DEL PERFUME EN LA CONCIENCIA
How can it be your countenance
Is stripped of all his dash and dare
And what of your bold confidence
Could it have drowned in your despair…
ELTON JOHN [AFTER ALL THIS TIME]
Las ansiedades a menudo se vuelven un acueducto del polvo.
Cuesta sacudirse la conciencia de los males de este tiempo,
Sobre todo cuando en el espacio se pierde el horizonte
Y sólo priva el resplandor del estrépito.
Juraría que los discursos siempre giran en dos vías: la vereda
Y la calle asfaltada; la indigencia celestial y la sombra del perfume
Que el aire cuela en su respiración de propiedad extrema.
Más que azul, la nube de los ojos y el color del pabellón nacional.
Está hecho: no vivimos en un estado paradisíaco
Y no creo que despeguen las alas del granito.
No creo en los colores del insomnio y del miedo.
Mi primer viaje lo hice a lomo de mula y así atravesé todos los inviernos.
Después anduve sobre la carreta de la brisa,
Después sobre los golpes de tantas preguntas. Mi sigilo fue albarda.
Estuve a punto de ahogarme en la sombra de los periódicos.
Mi nombre lo cambié para desenfrenar las distancias,
Para buscar la redondez del viento en los neumáticos domésticos
De las calles. Llevo años pretendiendo abrir los ojos a lo invisible:
—Aquí, hay demasiado tedio y sospechas, ausencias,
Compraventa de espejos. Aquí las miradas tienen vocación de alfileres.
Un día supe de la doble moral sobre el mantel,
Desde entonces mantengo cerradas las puertas de mi casa:
No soy amigo de los que comen santos y, al menos descuido
Se desfondan en el retrete.
Camino solo, ahora mismo, sobre los vilanos. Sobre el fuego generoso
De las palabras, sobre el césped de la noche que cubre mis zapatos.
Jamás he creído que las consignas salven al mundo.
Cuido mi dolor pero no lo ofrezco como mercancía.
A diario me asiste el arco iris del mercado: los zapotes, las cebollas,
Y ese olor estremecedor de los repollos en su último halo.
El parque me convoca para ver la alegría sesteante de los pájaros.
Aquí me sacudo el polvillo de los deseos.
Soy de este pueblo cansado de gemir, de esta tierra marginal
De los colores, soy hijo del amor triste y traslúcido.
Ahora conmigo el polen y los crucifijos; la duda en las manos, la hora
Cero en la agonía del crepúsculo.
Saltan las palabras agudas sobre las rendijas deshechas
De las lenguas polvorientas, de los armarios del film negro,
De la prolongada malicia de la espuma en el pincel del sueño.
Aquella conciencia ardida, desgarrada, sólo ilustró el paisaje nuestro;
Lo demás es la Patria sepultada en lo profundo de la conciencia.
—Vos que fuiste la bandera húmeda de los paralelos. Vos el beso
Filial del heroísmo. Vos el ardido espectro de la danza.
Ahora, apenas murmullo sin colores, sin cuerpo, sin combate.
Barataria, 25.VIII.2010
2 comentarios:
Creo que te conozco desde antes -André- quizá fuiste un ciprés, una montaña... algo por el que llegue descalza hacia su encuentro. Te me presentas dulce y áspero, deliciosamente selvático al desflorar mi aliento. Yo no sé que hay entre tus versos que me siento ciervo y león(a).
Y me quedo galopando.
Salud.
Soy un animal capaz de albergar sueños irreales; sí, dentro de mi agonía amanece el estertor, la vigilia, el insomnio, quizá el karma en este delicio oficio.
Gracias por tu generoso comentario.
André Cruchaga
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