La respiración es azul cuando se abren las persianas de la historia.
En el baúl de las manos, las lámparas escrutan las ventanas.
Desnudamos los sueños invisibles en el fósforo, —levanta el viento
Las hormigas de las simetrías:
El oficio del poeta de robarle humedad a los ríos y asir el lenguaje
Del invierno con el rompeolas del bolígrafo.
En el baúl de las manos, las lámparas escrutan las ventanas.
Desnudamos los sueños invisibles en el fósforo, —levanta el viento
Las hormigas de las simetrías:
El oficio del poeta de robarle humedad a los ríos y asir el lenguaje
Del invierno con el rompeolas del bolígrafo.
LA PERSIANA DEL DÍA SILBA EN LAS MANOS
In my thoughts I have seen
Rings of smoke through the trees
And the voices of those
Who stand looking
LED ZEPPELIN [Stairway to heaven]
La respiración es azul cuando se abren las persianas de la historia.
En el baúl de las manos, las lámparas escrutan las ventanas.
Desnudamos los sueños invisibles en el fósforo, —levanta el viento
Las hormigas de las simetrías:
El oficio del poeta de robarle humedad a los ríos y asir el lenguaje
Del invierno con el rompeolas del bolígrafo.
Aquí todavía podemos cabalgar sobre los caballos del bosque;
Sobre las persianas de la marcha, subir sin sofismas a la armónica
De las semillas cuando persiguen el pulimento de la tierra.
Entramos al día como entrar a una ciudad extraña. Las fosas comunes
Del aliento, el tambor de duelo de las espigas,
La métrica innecesaria en las aceras,
Las sílabas colgando de las manos como una gota de ciprés oscuro.
En las persianas husmean los fluidos del viento. Las axilas embargadas
Del espíritu, el harapo de mendigo en el rostro.
Se malgastan las imágenes en fetiches. El lenguaje completo
De lo intransitivo, el escombro reflexivo de las tormentas sobre
Los sombreros sin relevos.
Hasta el matapalo pertenece ahora a los vivos. También el barbasco.
También la rugosidad de las túnicas de las romerías.
También los tacones clavando los tímpanos. El cielo inmolado.
La pausa estrófica del antirritmo. El pareado con los dolores del cielo.
Uno termina siendo el silicón en la boca frente a la sed.
La estampilla hundida en la saliva. El benévolo sueño del circo.
Entre relicarios y fotógrafos, las rendijas del transcurso.
Las hormigas en el calvario de la madera. La montaña rusa del serrucho,
La sandalia ahogada en el tragaluz,
Las cruces merodeando los hisopos de la cara, el nicho de las lámparas
En la conciencia, sedimento del polvo en las manos.
Nos mordemos en este invernadero del herbario. Jugamos al ungüento
De los arrecifes. Sofocamos las migajas con molduras de ceniza.
No hay espacio para que la luz entre a través de las persianas del día.
No hay lactancias sin aguas contaminadas, ni atriles para edificar
El bautismo. Hay moscardones merodeando la sonrisa.
Insinuaciones de insípidas ingles. Piras semejantes al calabozo.
—¿Dónde hay una espacio para pintar el alba? ¿Dónde el asalto
A la sabiduría centenaria del destello?
—Lo único que sé, como diría Samaniego, es que los montes dan señales.
Barataria, 05.VIII.2010
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