lunes, 8 de febrero de 2016

MARGINAL DEL HOMBRE

Imagen cogida de odiseo.com.mx




MARGINAL DEL HOMBRE




También en el litoral del aliento discurre el tiempo, aunque frente a la arena,
sea otro grano rezagado que se pierde en la ínfima mosca del oleaje.
En la conciencia discurre lo agridulce de las intemperies, la mirada que sacude
idéntica a un ventarrón, el ojo también que nos petrifica.
En el cenicero, el montoncito de palabras, como colillas salpicadas de granito.
Cada calle, o sombra, anuncia o advierte sobre los fragmentos de infierno
que nos sirven de espejo y en el cual escribimos las aguas servidas del sueño.
Ignoro si tienen sentido las alas al igual que el olvido, las lagartijas ciegas
que huyen de la claridad, las carcajadas indiscretas como astillas impacientes
en los costados: sé que las fauces del reojo tienen un filo de terror,
igual al tiempo amarillento de la penumbra.
(Uno vive esa doble cara de los relámpagos y hasta los dientes del morbo.
Uno llega a conocer las arrugas de la ceniza, las palabras fruncidas detrás 
de cada mueca  hasta ser fosa u orilla. Cada vez nos hundimos en calles 
que nos desprecian y en alianzas de espuma. El sesgo alza sus absolutos.)
Esta jungla resulta imposible cuando se ha convertido en fotografía diaria.
Claro que las aceras ascienden hasta el juelgo; uno acaba siendo parte
de estas hostilidades, de la efusión nerviosa del smog, y la falta de liquidez.
—Usted sabe de lo que hablo. Sabe del mechón envejecido de los candiles,
de esos niños que esbozan el frío y no tienen otra cosa que ver,
sino la propaganda y las paredes sucias de la otredad y la mugre de la nostalgia.
Barataria, 18.I.2016

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