Imagen cogida de la red
DESHILVÁN DEL ALIENTO
Hay en derredor esa feroz manía
de deshilvanar el aliento en los baldíos
que el viento ha dejado en la
respiración:
cada quien corta los pespuntes
que lo atan, hasta aventar el esqueleto
de los despojos a otra parte,
donde el personaje que se es, se acerque a la luz.
Vivimos demasiado próximos al
insomnio: duelen los cuchillos de la noche,
y las innumerables nostalgias que
sostenemos en la cuenca de las manos.
Hay que caminar aun en medio de
lo indefinible.
La intimidad de la espina nos
obliga al deshilván, no sin derrotar la indiferencia,
y los viejos apetitos del falso
pudor.
Nada es más extraño al galope de
una litera girando en el regazo del vacío.
Siempre es extraño el gusano del
sueño que nos roba el aliento.
En este desbocarme en los
autorretratos, acabo por perderme en el país
de mis laberintos, o en el
zumbido líquido del trópico.
No sé si después haya necesidad
de unir con pespuntes este terrible amor
por el infinito, juntar cada uno
de los infiernos en tránsito, contemplar
la turbiedad de las cloacas, y
hacer una lectura de los retretes.
Suelo restregarme la ceniza en la
cara y despistar cualquier eyaculación precoz.
Mis ojos tienen vidrios manchados
de pájaros.
A veces se me ponen los pelos de
punta cuando me da por despespuntar,
esos caminos crueles que me
asaltan todos los días y endurecen el pecho.
Bien vale la pena desalojar los
ojos de andenes por voluntad propia….
Barataria, 2016
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