martes, 16 de febrero de 2016

SOMBRAS PERSONALES

Imagen cogida de la red




SOMBRAS PERSONALES




Entonces, devaneo las palabras, las descifro, les doy ese largo añil
de pez braceando en mis vísceras. Silabeo las viejas curvas del aliento.
He acumulado en mi pecho —desde entonces—, anchas mesas de hambre, 
petates y cobijas y taburetes de enmohecidos candiles.
Son muchas mis sombras y muchas mis estaciones de inacabado barro.
Guardo entre mis arrugas, las migajas que han buscado lugar para habitar
las semanas. Mientras, la herrumbre sube a los platos.
Desde los altares las culpas en las vestiduras del ala, el oficio de quemar
los trapos viejos junto a la gota de sal sobre el tiesto de arcilla;
pero hay sombras que me sostienen como los misales discretos de las ventanas,
como los pilares lentos del descolor en el aliento,
como las anclas donde el viento es inevitable,
como los neumáticos y su modo extraño de prevalecer en el musgo del asfalto.
Hay también sombras enajenadas: el clavo adentrado en el absoluto de la nada,
los paraísos de alfileres donde el grito muerde peces insomnes.
Uno carga nudos de negros desencuentros y furias descomunales.
Ante los cansancios y caminos diarios, uno se hunde en la piedra de la noche;
en el fango uno quiere resistir al espejismo.
Uno lleva tatuadas las sienes de esqueletos y de manicomios:
hay días que alojan sombras como andrajos existen en la periferia del mundo.
Otros, son tan desgarradores tal los gritos de los vertederos en la boca.
Barataria, 2016

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