Imagen cogida de la red
EN LA SOMBRA CALLA EL SILENCIO
En la sombra calla el silencio,
el ojo estremecido de la brasa entre los dedos.
Hay cierta mezcla de fondos
telúricos en las sombras: voces atónitas,
y amnésicas como charcos con
estertor de cicatrices sobre los andenes diarios
de este extremo precipicio.
Muchos se esconden tras la
obscenidad de los bostezos. A veces nos parece
tierna la carcoma de nuestro
destino, los titiriteros de nubes otoñales
con ojeras, ciertas confidencias
carentes de policromía.
Ante el encuentro con ciertas
sombras, uno tiene que acoplarse al espejismo.
Cuando hablo de laberintos me
refiero a ese viaje de flechas de todos los días.
Siempre el desvelo nos llega
hasta los pies y carece de buenas costumbres.
Dispersas las espinas, nos toca
lamer las estaciones en silencio:
evadir los dedos del viento,
morder la brea de la noche antes de que nos consuma, cederle a la ceniza su
galope desgreñado…
(No hay manera de juntar todas las ventanas idas; aun la ternura,
de pronto,
es endeble, un lugar para la soledad y el silencio. Quizá para
abandonarse uno.
Quizá como todas las aguas afónicas de la lejanía,
quizá un ancla de la cual cuelgan sosegados sollozos o confiados
interiores
ya en despojo de ecos y fuegos.)
Ahora las palabras también dicen
lo que las alas hacen.
Sobre la sombra donde transitan
tantos relojes, en marcha el camino, perdura
acaso, la imagen del absurdo, o sólo el bullir del
fuego consumido…
Barataria, 17.I.2016
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