Fotografía: Lázaro Aguirre
SIN DUDA TAMBIÉN HAY DÍAS SIN
PÁJAROS
Me
interrogó en voz baja por qué morí.
—Por la belleza —repliqué—
I Died
for Beauty, Emily Elizabeth Dickinson
sin duda
también hay días sin pájaros y columnas
de humo erguidas en la boca y brazos invertidos hacia la oscuridad total de las
puertas: irrumpen las escaleras en descenso hacia la tarde muda que extingue
las sillas del poniente yerran las sienes en el fierro de las disonancias es
claro que hay ecos a punto de horadar la piedra cuesta sostener el aliento en
los ataúdes impensables del desdén: quizás sea la hora cero la del resumen o la
síntesis la hora fatal del prisma que fenece en el pedazo de bambú del
calendario hecho agonías nunca se sabe hacia dónde van las espinas del agua y
la lengua traspasada por la ceniza nunca se sabe si es hueco o vacío este dolor
real de guitarra fragmentada hoy he
vuelto a caminar entre la multitud ¿dónde está el alba? Hay gemidos de sangre y relojes oscuros me
muerden la degradación de mi propia materia es grande el desamparo de las
espigas y putrefacta la desesperanza de los crisantemos frente a qué paisaje
pueden sobrevivir mis palabras sin que los cuchillos tiriten en mis dientes sin
que la saliva niegue mis violines mientras grito en la prisión del fuego me doy
cuenta que la perennidad es un concepto efímero que solo tiene cabida quizás en
las cosas microcósmicas gimen los trenes amarrados a mis ansias agonizo en la
escupida de los taladros montañas de lejanías para mis dilatados pies jardines
deshabitados en el mendrugo de la alforja de la esperanza qué me queda sino
sangrar en tantas interrogaciones allí en el polvo desmedido que soy en el pañuelo
que auxilia cuando la ausencia es señal de otro filo indefinible si existe
alguna analogía debo decir que es más benévolo un disparo a esta suerte de
páramos y colillas y mientras los zapatos se desgastan en el viento también el
matorral se acerca a mi boca volé he volado nunca alcancé sin embargo el fruto
de mi muerte caen las palabras en la bruma como todo lo que aletea en la
memoria la ardiente brasa del frío el poniente del espejo como un muro a la
orden de no sé qué designio de pronto vuelvo a mis candiles y al compás de la
entraña ciega del pálpito al final creo que sólo es un día sin pájaros en esta
sed amarga de la espera sea pues al final la piedra silenciosa que oscurezca
junto a mis alas
Barataria,
17.XI.2012
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