Imagen tomada de la red
AQUÍ EN EL PATIO DE LA SOMBRA DEL ROSTRO
Aquí en el patio de la sombra del
rostro, la ráfaga de ropa
amotinada, la costa enterrada en
el graznido
de aquella embarcación
dura de pinos, allí, desarmada la
trementina en la profundidad
invicta de la leche.
En sus senos el aire resguardado
de las llaves, clara turbulencia
de la vitrina asediada por los
dedos de la ventisca;
lleno de paraguas el vestíbulo de
los poros, nos arrojamos hasta el pitazo
de solemnidad de nuestro mundo enterrado
en el triángulo sin candado de la
primavera, en el racimo rojo
del camino acumulado en los
nombres.
—En adelante, los barcos los
escribimos con letras mayúsculas…
Barataria, 10.XI.2012
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