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LEJOS DE CASA
La voz se
yergue frente a la fotografía del ícono de la casa perdida en el sin rumbo de
la antítesis la voz interior suena larguísima suena queda en los dedos de la
hora en la forma que dejan los espadrapos en la piel duele el trajín de la
fatiga en el ixcanal de la altura cervical de la asfixia: estrecha el dudoso
camino de los encajes el celaje fugaz de los jardines inalcanzables enseguida
descubro la sangre empozada en los pergaminos de los estrechos columpios de la
gota derramada de la historia aquella sonrisa respirando en las pulgadas del
camino posesa de un murmullo de aleteos entre sombreros sostenidos en el patio
de lo desconocido los atavismos frente al umbral de la puerta las ventanas
indescriptibles de los amarillos el ojo en el camastrón de las circunstancias:
el pecho pese a todo revienta sus propias piñatas en especial cuando abrimos la
ventana superior del revoloteo ahí las macizas entrañas de lo embebido no la
estancia erosionada por los métodos del raciocinio lejos de casa aprendemos la
difícil tarea de reconocer a la gente en sus diversas alzadas ¿volveremos a
caminar sobre alfileres después de simplemente golpear el deseo? ¿volveremos al
calor sin vehemencias sin analgésicos en los tendones? babeamos en el populoso lavatorio de la
cotidianeidad aquello de la semioscuridad es sólo un artificio ¿contemplamos
después de todo al niño que llevamos dentro de manera inequívoca sin absurdos?
tenemos una larga tarea ahora que las semanas levantan las persianas de la
superficie la filiación me sostiene irremediablemente frente a mí la sombra
alucinante el incendio imperceptible de las palabras el tragamonedas
desconocido del ahogo la realidad que no descansa mientras duermo —en realidad la luz ya no nos importa aprendimos a oír la levedad del aquí estoy con
golpecitos de respiración excepto las estatuas nosotros podemos tocar los
nudillos vívidos padecidos de las palabras sufrirlas descalzarlas entender el
pujido de la brizna murmurarlas en el clítoris del dormitorio y entrar al
suburbio diluido de la almohada lejos de casa claro aprendemos las otras
fosforescencias del reloj: aprendemos a soñar rendijas irreales como todo lo
que petrifican los recuerdos
Barataria,
25.X.2012
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