Imagen tomada de/farfalas.com
OFICIO ÍNTIMO
Mastico el despojo como una hogaza de crepúsculo, aferrado al largo litoral de la porfía que me depara la liturgia de cada día, todo el cofre de las sienes, la boca con su avidez de calendario, légamos de ardorosos poros: el desvelo de la tinta nevado de hojas del cuaderno, casi al ras del diorama del aliento. En el jardín de la respiración, no sólo la aquietada luz del deletéreo del alfabeto, sino la tibieza de la crayola en las pupilas, fulgurante en las vigas interiores del ojo vuelto océano, el quiasmo o la aliteración de la algarabía, la anáfora del viento en los balcones de este siempre murmullo de la caligrafía. Saludo la polifonía cegado de sol: la claridad se ha vuelto necesaria en estas semanas de oscuro Paraíso, tierra adentro, la armónica y su azor, las aguas abisales, el molino de la tempestad incendiado como la Troya dibujada en cántaros por dioses de fuego. En la memoria, el nosotros con su tinta de lluvia, el poema entregado a las espigas, el arado del pincel sobre la acuarela, las manos ancladas en el pájaro del relámpago como un taller de azúcar, donde la brisa es otra piel de hierbabuena. Invoco la corporeidad del diccionario con el tangible silbato de alberca, a fin de cuentas, también los párpados se llenan de piel líquida cuando desde el tejado las tejas derraman su propio incendio. Nada es más gratificante que responder a la propia conciencia y masticar la alborada en un mantel de fotografías.
Barataria, 31.VII.2012
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