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CLARIDAD POSIBLE
Vuelvo a la ventana quizá para ver a profundidad las fuerzas de la espesura imponderable. Pulsa el viento los obeliscos del grito, el fuego me devuelve al trance terrestre de la laboriosidad de los bambúes, al hemisferio donde los candiles se ven favorecidos por los escapularios del misterio. Digo misterio, porque la luz no es precisamente sinónimo de claridad, no lo es por más sol en los párpados: la claridad es ese espacio inédito del bosque, el pudor, el bien vivir, la alegría del ala sin atajos. Pero, ¿es posible conquistarla en medio del albur de la saliva, entre decadentes persianas de escalofrío? —Entre aguas sinuosas, el parpadeo puede más que el letargo, el lavatorio donde se hunde el hollín. Aún con todo es posible: entre puertas, rendijas y prostíbulos; entre cobardes y valientes, sábanas deshilachadas y hondas noches. Ante la desnudez de las pestañas, el traje zurcido de los tantos días de búsqueda. Cada día de ternura se nos va inútilmente al olvido, pese al esfuerzo de quererle devolver a las palabras, a la ciudadanía, esa piel estacionaria de los espejos. De pronto los meses cuelgan del repello de los tapiales, qué hay allí donde tantos nombres nos recuerdan la historia con sus grietas de desamor, claridad inminente que pervive en la orfandad de nuestro tiempo. Sin duda, después de la sábana viene la mañana: mirad la luz, no en los ojos, sino en el pensamiento.
Barataria, 06.VII.2012
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