Imagen tomada de/taringajuegos.net
HORDA DE LA PENUMBRA
Palpita en su más primitiva escena, la piel oscura de la penumbra: sin disciplina ni moderación desuella el petate del calendario. Moribundas las camas derramadas en la ciudad, cada andamio ciego de las aceras, los sagrados escapularios de la transparencia, los dolores de cabeza de la lobreguez en su ahora de barcos oxidados: todo es confuso cuando la mar empieza a perder claridad, cuando los tendederos se llenan de pescado putrefacto, y los suburbios en rascacielos de niños descalzos. Sí, hay mucho de penumbra en las aceras de los mercados, en la bicicleta ruidosa de los sueños, negras ternuras que no caben en los delantales de las ventanas, sólo allá, en la próspera fosa común de los entuertos. Hay tantos desaparecidos que es casi imposible soñar con tranquilidad, sin que el mensaje y paisaje perturben, sin que las paredes dejen de beber la bilis mínima de la podredumbre. (Vos y yo, lo sabemos. Somos diferentes, imperfectos, aunque la oscuridad ejerza de campana de iglesia, siempre obedecemos a la respiración de los ángeles benignos. Aprendimos a caminar juntos en medio de la zozobra, a mantener la calma mientras el rumor del cuchillo pasa de largo, con su oscura hambre de abismo.) Sí, todos se han ido menos nosotros. Nosotros, los de siempre, avanzando en el océano, sin más armadura que los girasoles verdes del viento.
Barataria, 01.VIII.2012
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