Imagen tomada de lasfotosmasalucinantes.blogspot.com
ALBOR DEL VIENTO
Hay al amanecer una mesa imprescindible, el guiño del rocío en el vitral del horizonte, la forma verde del pájaro validando las ventanas, el viento del azúcar en la esquina del olfato, el coro de hojas que disfruto desde este albor de tinta: he tenido tantos desayunos con esta epopeya, —vos, arriesgando las hazañas en ultramar, consciente de las carambolas de la hipérbole o el ensueño en la tabla de la anatomía. Al amanecer, claro, la niebla y el destino, ¿podemos anunciar los caracoles del mar, ungir de garzas las rodillas? ¿Podemos exprimir el vuelo con sólo la labor del sigilo y este color de grito de la esperma? Es hermoso el diálogo de los peces en medio de la hoguera del viento, cuando el espejo del día aprende la frescura, la claridad samaritana de los poros, el orgasmo a punto de abrir el pecho como esas estrofas del aliento en la lluvia. Yo simplemente soy un hombre con torpes dientes acostumbrado a la sombra de los tobillos, al eco de la piedra furtiva de la respiración: crecen árboles en el pecho. Aquí, me entrego, dueño de mis actos, consciente de las bardas cuando amanece. Todo es hacia el fondo: inicio mi oficio; en el viento, arde la leña de la tinta, el pañuelo de la hojarasca eleva sus aromas, vos en el eco del jazmín reavivado deshaciendo los nudos de la bóveda. ¡Podremos entender el equilibrio del tiempo? ¿Saldremos ilesos de esta candidez del sueño?...
Barataria, 24.VIII.2012
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