miércoles, 8 de agosto de 2012

CIPRESES Y VELÁMENES

Imagen tomada de casa-jardin.com





CIPRESES Y VELÁMENES




¡Cuánta resina vuelve a los días de la semana!
¡Cuántas horas de velámenes pasan frente a la ventana,
las de siempre tropezando en las sombras del diccionario
en ese clima de la neblina que provoca desánimos!
Hoy vuelvo al viento. Vuelvo de cara a los caballos del ciprés,
a la piel de la madera donde hay tantas palabras reescritas,
al vértice de la sal de los velámenes.

¿Podemos velar en la puerta del vacío la máscara que creció
junto a la fragancia de los muertos?
Sí, a decir verdad, los muertos huelen,
tienen un olor total de máquina frenética
e insomnio de diáspora perpetua.
Me pregunto al ver las tablas movedizas del oleaje,
si hay matorrales de abejas en el azogue,
en el sedimento despavorido del espejo,
en el agujero negro de la rotación de la aurora
en la lengua del vinagre,
si los absolutos tienen la velocidad de la luz
o es simple divagación de locos.

(Dejemos que las pérdidas del alma sean sólo alimento del nuevo orden,
el que de seguro se yergue después del caos.)

En cada prostíbulo gané terrestres tormentas:
siempre salí con la carne y la mente reinventadas,
goteando escaleras de mundo, como una cicatriz saciada de alfabeto.
En cada grito hospedé mi muerte,
arrebato enloquecido del trópico,
hipnosis pegada al césped del éter.
Entre cipreses y velámenes, las raíces y las aguas y la madera
y este bello fluir del fuego emanado de la ficción de la poesía,
del gran emporio de la sed repartido en andenes y relojes.

Barataria, 08.VIII.2012

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