Imagen tomada de expresionescronicas.wordpress.com
ORIFICIO DE LA HOGUERA
No lo ves pero está en el aliento: es resina y arcilla y asombro, escisión de la tinta en la madera, en el pétalo disecado de las páginas del cuaderno, intensa caligrafía en el caballo de la sombra: alguien todavía vive en sus gotas de ordeño, colmado el conascaste de pájaros, engrandecido por respiraciones heredadas hasta el punto de propagarse en mis fantasías. Aunque de pronto hayan sordas palomas de ceniza en el tejado del pecho, la densidad de la brasa quema el huerto de los cuatro costados del cuaderno: así es el oficio de la orfebrería sobre el terrón de azúcar de la mariposa que decanta su vuelo para luego adentrarse en lo aledaño de las sastrerías del alfabeto. Durante las noches es más nítido el resplandor: suenan los metales de la resina, la lectura del cuerpo sin bisagras. Es otra manera, digo, de revivir la infancia, colgar piscuchas desde la punta impaciente del camino que erosionamos todos los días con el rostro; de hecho pienso en los nances curtidos de la humedad cuando deletreo el aprendizaje de las antonomasias, el símbolo o la alegoría del fuego haciéndose en las manos cada vez que froto la página del libro mayor de las imágenes. En el hueco de la memoria, sin duda, caben todas las luciérnagas con su disfraz de antorcha efímera, con su goteo de ecos al servicio de la tinta.
Barataria, 04.VIII.2012
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