viernes, 15 de julio de 2011

AL AMANECER ME DESVELAN LAS PALABRAS


En este resquicio del rocío, el amanecer desvela las palabras:
húmedos minutos resumidos en el perdigón del tiempo.
La verdad siempre tiene esplendor de ráfaga; la fantasía,
ebrias ficciones a punto de convertirse en silogismo.
The Road Less Traveled Door County Wisconsin,
Imagen tomada de miswallpapers.net





AL AMANECER ME DESVELAN LAS PALABRAS




Birds singing in the sycamore-trees
Dream a little dream of me.
MAMAS &THE PAPAS




En este resquicio del rocío, el amanecer desvela las palabras:
húmedos minutos resumidos en el perdigón del tiempo.
La verdad siempre tiene esplendor de ráfaga; la fantasía,
ebrias ficciones a punto de convertirse en silogismo.
Las palabras siempre con la sed de pañuelos: pulsantes vahos
del doble filo del infinito; mi ardor, sin embargo tiene grietas eternas,
 fosfóricas navegaciones, diurnos encendedores,
paredes donde escribo el destino del viento.

—Sé que un día serán polvo mis palabras, criptas mortales
de mi ebriedad, cenizas como antorchas en mis sienes. Y sin embargo,
está presente la diafanidad en mis costados, la llama del latido
restañada, las puertas con sus alas de vértigo, esa migración
de mariposas de la nostalgia. Avanza en cursiva la palabra salida
de la boca, la presencia reveladora de ciertos acordeones,
aquellos salmos blancos bajo la lluvia, las imágenes verdes
de la estación con paraguas. Toda palabra es cuerpo consumado:
un hombre o una mujer son a fin de cuentas, la embarcación,
el traje del alfabeto, el resplandor de la vida humana,
la calle profética de la flama. Al amanecer todo parece diferente,
pero no lo es: vivimos décadas de confusa muerte,
pupitres de nefasta caligrafía, hambres suscitadas de lo inexplicable,
cuadernos conjurados por la escoria.

(Vivimos días de suculentos presentes, osamentas como alfombras,
ganancia de cadáveres
imposible de guardar en graneros, costumbres de iracundos horcones,
cadáveres mullidos por la intemperie de la noche.
De pronto el enigma es confuso químico,
perorata de arrepentimientos, tintero de escorpiones.
Al final nunca se llega a nada. Nos hemos ido acostumbrando
a vivir en este tránsito revuelto, invocando desde tempranas horas
las aguas purulentas que más tarde velamos.)
El horizonte y la sed están hechas de palabras, la ternura
con todas sus sombras, aquellos labios perennes en el cuaderno
del rocío, donde el ardor del tiempo funde hambres y deseos.
Con todo, siempre es posible comenzar abriendo la transparencia,
masticar el vientecillo de la profundidad,
desnudar los poros para que sobre ellos caigan las gotas de música
de los aleros. Mientras la noche avanza, me preparo para vivir el día:
siempre al amanecer suele ser mejor el aroma de las hojas,
las calles imaginarias de la marcha en medio del gentío,
aun la mentira repetida que se vuelve verdad.
Cuando la luz prometida se hace cierta, saltan las ventanas
de su carbón nocturno. Cuando el gallo, sin saberlo,
evidencia el día, las palabras se vuelven un brebaje universal,
sopla el resplandor de la madera.

Barataria, julio de 2011

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