lunes, 11 de julio de 2011

PROFUNDIDAD DE LA AURORA


Hay un rumbo en el trino de la aldaba: la aurora
que desnuda se posa en la frente; la mañana eterna
en la mazorca de la luz, diáfanas aguas para este mirar sin fin.
Imagen tomada de wallpapers-gratis




PROFUNDIDAD DE LA AURORA





Hay un rumbo en el trino de la aldaba: la aurora
que desnuda se posa en la frente; la mañana eterna
en la mazorca de la luz, diáfanas aguas para este mirar sin fin.
Me regocijo en el pesebre del azúcar,
mis manos tocan la profundidad del sueño,
surge el calor desde la neblina que va desvelando lo humano.
(Hablo del lecho que dio resplandor a mi sombra,
rama crecida en campanas y caminos.)
Cuando llega, también deslumbran las palabras,
el seno redondo del alba en la boca, el ala intensa,
íntima, del deseo. Mientras rescato los plenos poderes del pájaro,
el espíritu sale del escombro:
la boca filtra desde su esencia,
la humedad unánime del aire. (La luz siempre celebra con obsesión,
los vasos inmemoriales del ahogo,
el trasiego del credo en todo lo humano.)
cuando despierto, algo me dice que la aurora ha lavado,
los petates de la noche y que, en las aguas vitales,
hay tiempos de sed la orfandad rendida, astillero del alma
en la alforja del pecho: grano del albor consumado.

Barataria, julio de 2011

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