En lo agreste del miedo, las ventanas impolutas, pero en sigilo;
los niños, las puertas, el tiempo en el capullo de las mochetas,
—el tiempo en su túnel de escapularios,
túneles sobrevivientes de la muerte, transpiraciones de la claridad,...
Imagen de Jon Sullivan
ESPECTROS ATERIDOS
This life that I live
It aint for the weak
Got my roddy gangster that came off the street
Im trying to keep the peace
but I gotta keep my pace…
CYPRESS HILL
En lo agreste del miedo, las ventanas impolutas, pero en sigilo;
los niños, las puertas, el tiempo en el capullo de las mochetas,
—el tiempo en su túnel de escapularios,
túneles sobrevivientes de la muerte, transpiraciones de la claridad,
cuando la espesura revela sus propias oscuridades:
el pájaro del tránsito subvertido,
la frente del aleteo de la bruma, la tinta del camino en cada página
como indeleble harapo.
Caminamos entre carnicerías de cadáveres, sedientos fuegos
de bocas, libros de misteriosas telarañas, poemas que borran
los espejos o hacen más tétrico el nunca o el siempre del alma.
Mordemos las aldabas de los zapatos, cuando éstos, temblorosos
inundan las uñas del planisferio,
cuando la ceniza es parte de la duda, y el cuarto oscuro de los sesos,
arquea el último dardo del eco consumido por las aguas
del ojo derruido por el olvido purificado que lame
la cartomancia del paisaje.
Cada cual muerde sus propios secretos: el paladar duro de su propio
suicidio, el ápice arrancado del crucifico que lleva en los hombros,
la película en blanco y negro del sueño,
el santo patrono como protección para los días aciagos;
cada quien desciende a los infiernos bajo su propio riesgo;
afuera hay rodillas masturbando la pestilencia,
platos desechables golpeando las pupilas, bocas vencidas
de tanta pesadumbre, rostros que nunca supieron de la sobriedad,
y ahora braman en la hojarasca
como pequeñas serpientes en celo, como muñones ladrándole
al vacío, ateridos nudos en la lengua al margen de las antorchas.
Uno vive a plenitud el caos, cuando la limosna se ha elevado
a rascielos, y el juego de la niebla un consenso: nos gobierna
la limonada de la utopía trasnochada,
la estación seca de la duda, el latido ignoto del vértigo,
ciertas regulaciones y por supuesto, las castraciones: no debe pensarse,
porque se atenta contra el status quo. Hay que callar. Sin perros
que ladren, está garantizada la seguridad, invulnerable el frío,
incólumes los saqueadores. De pronto es absurda la sed y los espejos,
esa soledad que nos da el poema,
la falta de manteles sobre el césped, el silencio de los trenes
que nos habitan en medio de la congoja. Es mejor no pensar
en el rumbo de la almohada; hay que intentar el silencio impecable,
y jugar conscientemente a los absurdos,
al atardecer del tabaco en medio de los dientes, escupir el insomnio,
abotonar la cópula,
sólo espiar la imagen de uno mismo en el tragaluz del humo,
en ese otro aullido del calendario en los toques de queda.
Barataria, abril de 2011
2 comentarios:
Abotona el rumbo de tus almohadas para que sujeten tu silencio.. aprieta los dientes para que la tarde no malgaste las palabras... te regalo todo lo nuevo del viento y lo impecable de los ojos...
Ledeska
Gracias por el regalo que ofreces. A veces hay necesidad de apretar tantos silencios.
Un abrazo,
ANDRÉ CRUCHAGA
Publicar un comentario