Tanto cansancio, de pronto, se convierte en vigilia: martilleo
de respiraciones volátiles, nido de calcinados parpadeos.
Aunque cierre la puerta, quedan descubiertos los rincones,
los pensamientos colgados de las ramas,...
Fotografía de André Cruchaga
VIGILIA TOTAL
storm tries to come and wreck my world,
no i wont let it
stumble to escape, through anchored drapes, made of bedding…
ONE REPUBLIC
Tanto cansancio, de pronto, se convierte en vigilia: martilleo
de respiraciones volátiles, nido de calcinados parpadeos.
Aunque cierre la puerta, quedan descubiertos los rincones,
los pensamientos colgados de las ramas, ciertos aprendizajes
incompletos, las mismas palabras en la lengua de los espasmos,
el extravío de los objetos,
con lápices de incierto grafito, con paisajes de insoportable
sarcasmo, —el confín desvela más que las piscuchas,
que ciertas cucarachas pululando en el ojal de la noche,
que los cuerpos agotados del estío.
Es preciso desfondare los jeroglíficos del poema; no es posible
la imagen siniestra a la hora de dormir, la máscara deliberada
de los sueños, el petate deformado de las letras, la mano cortada
de la lección diaria,
los tirantes desgastados de los párpados: la piel en catálogos
fluye en la lengua, una luz macabra se apodera de los sótanos,
es imposible soportar la cresta del reloj,
la raíz inversa de las mareas, la ola debajo de las aguas,
cada celosía del espanto como una albarda,
las lianas intensas en el parabrisas del latido, —tiempo, por lo demás,
inconverso después de todo: de cualquier forma, la vigilia
forma su propia ciudadela, juega a las ausencias, a las opiniones
subordinadas del Partido, a la peineta abierta de los cabellos,
a nombres y respiraciones que se apoyan en máscaras,
a las manos que borran la suavidad de los pétalos y convierten
en guijarros el rompeolas de los labios.
Cuesta sostener la eyaculación precoz de las sastrerías,
ser indiferente al yodo, al expectorante que abre la garganta,
a la ruda engarzada en las ventanas como un centinela oscuro.
(Ignoro cómo se astilla un poema, después de todo: las aspirinas
o las brasas que nos vuelven confusos,
el matapalo alrededor de los sueños,
el azor de ciertas aguas destrenzadas a mitad de la noche.
Jamás he tenido tiempo para meditar en mi propia sombra; cuesta
salir de este laberinto, trepar ileso a la zarza,
oler de manera perenne el rancio poro de las escaleras, los peldaños
sucios, letra muerta del pelaje.
Al final del túnel, soñamos con escaparates de polvo: polvo al ras
de horas devastadas, efigies, monumentos de anti seres humanos,
de antihéroes, de antidioses, de antitodo, excepto el ronquido
de los cuervos, las palabras como oruga de las piedras,
los caminos bifurcados donde los perros lamen sus propias pulgas.)
Siempre la vigilia constituye una zozobra. Los laberintos del agua
en la placenta, el pie menguante del alcohol,
el limpiabotas prendido del tabanco. El sueño natural cortado
en la lengua, el azúcar que no reconcilia su turbiedad de molienda,
la queja que en realidad es un miembro más del cuerpo.
Lo demás, sigue siendo desvelo en los zapatos, sobre la cama,
En la hamaca crispada de los rieles…
Barataria, abril de 2011
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