miércoles, 6 de abril de 2011

FECUNDACIÓN DEL VIENTO


Aquí llega la claridad de los eucaliptos. El altar de las ventanas
con su transfigurado tránsito: no es la hojarasca, sino el camino,
el calendario de la levadura, el viento de los pájaros traspasando
las pupilas. Es el azúcar peregrina del mar, la certidumbre
del pergamino de la saliva en el agua que abre las mareas.
Salt Lake City, foto de André Cruchaga




FECUNDACIÓN DEL VIENTO




There were times i wasn't kind
and there were times i wasn't even around
and there were times i made you cry…
LENNY KRAVITZ




Aquí llega la claridad de los eucaliptos. El altar de las ventanas
con su transfigurado tránsito: no es la hojarasca, sino el camino,
el calendario de la levadura, el viento de los pájaros traspasando
las pupilas. Es el azúcar peregrina del mar, la certidumbre
del pergamino de la saliva en el agua que abre las mareas.

En la cicatriz ya borrosa de la Esperanza, el gato montés de la rama
sobre la orquídea colgada del ojo del búho,
los cubiertos sobre la mesa,
el mantel de los sueños con sentido de nido,
elefantes las gotas de armonía de las alas, acaso las gaviotas,
luces blancas de la harina, en el fragor del horno:
festejo, cierto, de las esferas, de aquel vaso que la noche quebró
en el atril de las sombras, en la butaca recién hecha del júbilo.

La fecundación es una fiebre de hamacas vertiginosas,
donde las axilas huelen a madera
y el sudor a esas curvas de la sal en plena marea.
—Siempre fue necesario lavar los pies en el aguamanil de la renuncia,
quitar la brida a las rodillas del trino,
lanzar la primera piedra de todos los sentidos, antes que el gallo,
subiera al resplandor del ansia.

(De pronto la acechanza de la ciudad nos petrifica: la canícula
de los huesos en pleno ofertorio, la balanza olímpica de la ingratitud,
el lecho cohabitado de las telarañas.
Mientras el aliento disfraza sus estupores, los espejos se vuelven
verjas alevosas, oscuros mendigos de la impudicia.
A raíz de la bulla, mi continencia se desbarata: la oscuridad huele
a mendigos, los dedos obscenos a suciedad, a esa respiración
abierta de los buitres en plena intemperie.
En la levedad de los féretros, jamás he encontrado tinajas,
sino panales de hormigas oxidadas, envueltas en sombras desvividas:
—nadie me dio, por cierto, un esqueleto para collares,
sólo una gota de agua convertida en salmuera, sábanas de aullidos,
furia de sombras, corrales sostenidos por la arena.
Detrás de tantos muertos en este País, morir es la mejor rebelión,
que uno puede lanzar a las aceras; jamás conocí la justicia,
salvo en camisetas, en las vallas publicitarias del pecho, quizá
en aquélla noche de leche espesa, donde disfracé la ceniza en esperma.)

luego he imitado el delirium tremens de los borrachos,
ese “síndrome confusional agudo”; le he puesto purgante a los ojos,
y un poco de azúcar a los matches para que la vena de azufre
sea piadosa con mi sarro, con la nueva fecundación de los atrios.
—Así de simple, la dialéctica rompe las agallas: luego brota
de la conciencia un puño de horizonte, otras monedas para la ofrenda
de los días de aguacero abriéndose paso en el respiro.

Barataria, abril de 2011

2 comentarios:

LEDESKA dijo...

Preciosa foto hasta el olor del eucaliptus broto en tus letras magicamente..


Ledeska

André Cruchaga dijo...

Gracias infinitas por dejar tus impresiones en este Cielo a caballo.

Un abrazo,

André Cruchaga