sábado, 5 de junio de 2010

LAS PALABRAS

Las palabras duermen, vuelan, patalean en mis imposibles.
Un día se levantan, puertas del césped de mi alma.
Fermentos de espigas en las sonrisas del día. Escaleras para bajar
Los fantasmas del cielo. A menudo sin piedad como la sombra
De los cuchillos. El taladro del tiempo desafía sus raíces.
Autor de la fotografía: Miquel Sancho Subirats








LAS PALABRAS





A la poeta Ana Muela Sopeña






...un día
Sentí un dolor clavado en mi silencio.
Era que la palabra se acercaba.
Pero tu oído estaba lejos.
HUGO LINDO







Las palabras duermen, vuelan, patalean en mis imposibles.
Un día se levantan, puertas del césped de mi alma.
Fermentos de espigas en las sonrisas del día. Escaleras para bajar
Los fantasmas del cielo. A menudo sin piedad como la sombra
De los cuchillos. El taladro del tiempo desafía sus raíces.
Palabra y alfabeto son dos tambores de luz,
Un camino alado de ventanas.
Una luz de escaleras con relámpagos. Un pan verde de pétalos.
El bebedero de las vocales llenando las vasijas errantes del universo.
Un día muerden los poros secos de la hojarasca,
Disparan flechas de grafito sobre las hojas ateridas del cuaderno.
Las palabras son mi traje en la intemperie.
Echan a volar las sienes y los dedos acumulados en el silencio.
Nunca las vi de otra manera, luces en el vagón de mis pupilas,
Tortillas en el planeta de mi boca, pájaros de madera dura,
Luciérnagas tiritando en las plumas de la noche.
En la dulzaina de su corazón viajan los pájaros., el pan del hombre
Disperso en las costillas del paisaje.
Dispersas suben al vacío en el ojo de las nubes.
Las telarañas las derriten con su bostezo de sombrilla.
Son y no son la rama crecida de la vehemencia. El horno de la almohada,
Los días erizados del júbilo, el horizonte vertical de los alelíes.
En el libro tejen arcoíris, hélices de un rebaño de imanes,
Febril conciencia de la luz de los aserraderos.
Mientras niño, sombras indóciles, inhóspitos nidos, densas piedras
De abejas, caballos grises en la respiración, alforjas sin dientes ni peces,
Gajos de expulsado paraíso.
Después exhalan el aliento hondo del cierzo. Transpiran el paisaje
Apresurado de las pupilas, la cintura sedienta del destino.
A menudo cambian la sed de las brújulas, la gota de musgo prendida
En la ventana, la sábana que resguarda la esquina de las fragancias,
La armónica del alba en su aeróbica boca.
De pronto nos muerde el panal redentivo de su arcilla.
La colina del día en la hoja de los vitrales, el despertar blanco
De la vigilia, la alacena de la página del limonero
En su higiénica respiración de compañía.
Las palabras son ese bosque de lámparas, aire cuyos pulmones y boca,
Convierten el polvo en ávido aleteo.
Barataria, 25.V.2010

1 comentario:

Ana Muela Sopeña dijo...

Maravilloso regalo, André, el que me brindas. Un poema que guardaré en mi cofre de tesoros.

Es un honor estar en tu palabra poética.

Un poema para disfrutar y meditar. Las palabras nos envuelven, nos acarician, nos hacen ser felices e infelices. Tienen todo el poder. En el principio era el verbo...la palabra primigenia, el Aleph, el alfa, el origen...Y...siempre podemos retornar a ese origen donde estamos incontaminados a través de la palabra.

Poesía es magia, es creación es retornar al centro del universo y sabernos seres creadores y amorosos aunque desde las estructuras de poder quieran hacernos pensar que somos títeres al servicio del engranaje...

Un abrazo agradecido
Ana