Imagen cogida de la red
ROSTRO AHOGADO
Nos invade el desnivel del reloj
en los pulmones: a cada eco, el baúl inmóvil,
los poros diseminados alrededor de los
muebles.
Jamás la piedad ha tenido
fisonomía de pájaro, ni gloria que derive
en velámenes. (Al cabo, siempre nos marchamos con ese
rumor oscuro
de sótano), hacia
otras rígidas efervescencias.
Nunca ha habido transición para
las heridas, salvo las vetas del desasosiego
en la garganta, y los propios
registros del terror.
Para morder las axilas de la luz
desierta, siempre la ferocidad del silogismo,
y el aroma efervescente de la
evasión de los sueños. (Ante cada aleteo,
los peces
de la reverberación y este nunca resplandor de la herrumbre.)
En el silencio, algo quedará de
esos peces de fuego guturales…
Barataria, 15.II.2014
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