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SOBRIEDAD
A
Andrei Langa.
Sobre la hoja verde del tiempo,
fluye el rocío. Salta sobre los ojos
el horizonte y ese cordaje de
ventanas a través del ala.
En el río de la eternidad,
trabajan sin descanso los sueños, cada quien
despierta de sus cimientos la
entraña,
los mármoles de la niebla que a
menudo se llevan en los hombros.
¿Hay plenitud en el arte de tejer
las redes del calendario? —La luz, sin duda,
se ciñe a las raíces de la semana
que juegan a los confines.
(Aletea la brisa como un colibrí en medio de la ternura, como el
eco
detenido en las sombras del camino.)
—Nunca la claridad ha tenido
fecha de caducidad. En el taburete de la tarde,
el alambique y su fermento de
horas, los muelles profundos del reloj,
el silencio de trenes en las
azoteas.
(La memoria nunca sepulta el caracol de los segundos, ni hay
defunciones
en la roca del alba: en el aliento del poema la quietud
inapelable.)
Después del balbuceo y el
sonambulismo, aprendí a leer el manuscrito
del oleaje con todas las ojeras
de mi analfabetismo…
Barataria, 15.VI.2013
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