Imagen cogida de la red
RELOJ
Vas lentamente mordiendo la
carne. Desde el rocío hasta las páginas
de la noche. Mientras muerdo la
última sal del jadeo, —vos, muerte,
te haces invisible en mi aliento.
Todo cuanto he vivido te lo
llevas, lámpara del espejismo al borde
de la lágrima, boca petrificada
en el alma. Marcas mi tiempo debajo
de los pies, rompes así la
humedad de mis sueños.
Así me llevas, dentro de la
hoguera fría de un oleaje sin pausas, como un río
sufriendo lo irremediable.
¿Hasta dónde la bruma corroe mi
materia al punto de volverla polvo?
—Toda una vida ya sin diques,
hirviendo en el navío de la muerte.
Barataria, 02.VI.2013
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