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FIN DEL MAR
Danzo sobre
las últimas llaves de la espuma el hilo del agua sostiene los absolutos —veo partir los barcos en cada mirada la infancia que acaba en los
pájaros del aire las mañanas que se ahuyentan en presencia de la sal años
después se ha convertido en pesadilla todo el universo aquí o allá balbuciente
me he vuelto hijo pródigo duelen los ojos frente a la desesperación del mundo me muerde el
delirio de la sangre apretada los días sin ángeles que gritan por doquier en la roca bañada por las aguas discurren los
colores disueltos del designio (para
vivir o morir me sobran las palabras entro y salgo de las aguas con mis propios
recuerdos entro y salgo atragantado de la habitación del mar en cada extremo el
confín escamas y peces de olvido golpes profundidades del mar en los oídos leo
los versos del agua de la muerte ¿en qué medita después de todo el horizonte el
vaso de la misericordia disuelto en los ecos? El péndulo del goteo golpea la
desnudez las paredes líquidas de las sirenas la urbanidad del sudor en lo
subterráneo) hijo de las urgencias
voy cruzando el hambre la sombra póstuma de las calles las sombras
verduscas de las algas y ese desvelo intransigente de las estatuas: abismos y
folios que han dejado a la deriva los faros en el telar de la retina —es el fin del mar colmado de mis pensamientos transpiro todos los
pergaminos de los naufragios es extraño el tiempo —me digo mientras la boca engulle el gris del
crepúsculo del mar— es extraña la transitoriedad de los paisajes los falsos
estupores de los jardines allí en los garfios del abrigo de las aguas la
claridad de la urbanidad de las ventanas
—resulta que de pronto todo es incierto inciertas las oscuras calles de
los roedores mis figuraciones anticipadas a los monumentos al oficio de tejer
islas nada es irreprochable en el aleteo de la memoria: claro que ciertos
miedos no desaparecen en los nudos de la
profundidad en el continuo braceo en pos de la luz: hay cierto mérito en las
piedras la adustez que carece de humanidad propia la piel que se arruga y no
vuelve a restañarse aun con todo debato
con las tormentas y huracanes: es el precio legítimo a pagar antes de sucumbir
antes de que la alegría sea póstuma y me invada la fragancia rancia de la
rugosidad de las heridas con todo es
extraño el paraíso ahora flaquean las piernas del extravío: todo viene a la
memoria el mar los nocturnos del espasmo el hades con su sangre en el aliento
de la espera en qué Ítaca recobro el calor de la coraza que haga soportable la
humedad yerma y vuelva la fosforescencia —sin duda ya he traspasado los límites
del asedio sólo espero como parte del botín que Hécuba entre y atraviese el
libro de la sed sin vaciarme los ojos…
Barataria, 04.V.2013
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