Ah, doliente vuelo de querencias despobladas: amargos cauces
del gusano en la sangre, batallas de quemante sollozo,
ser la ceniza en estos fuegos recónditos, sombra del hartazgo,
duradera muerte en mi aliento, ciego apego a la hoguera;
ser el estrecho cauce de la lengua, la cuita dolorosa del sueño,
el alimento fúnebre de la carcoma.
Imagen tomada de Miswallpapers
MONÓLOGO EN EL INSOMNIO
Escucho entre mi sangre y oigo el vasto
rumor del mundo,…
JUAN GIL-ALBERT
(Ah, doliente vuelo de querencias despobladas: amargos cauces
del gusano en la sangre, batallas de quemante sollozo,
ser la ceniza en estos fuegos recónditos, sombra del hartazgo,
duradera muerte en mi aliento, ciego apego a la hoguera;
ser el estrecho cauce de la lengua, la cuita dolorosa del sueño,
el alimento fúnebre de la carcoma.
Camino junto al desdén del ansia, junto a la luz doliente
de las cuatro paredes del vuelo: llevo sin merecer esta herida
que me ha nacido de tanto aspirar el desvelo;
en el insomnio toda mi sed se ha vuelto postrera, toda mi sed
ante la ausencia de las palabras; el limo de la lengua gime
dolorido, tierra adentro, donde se oculta la espina.
Me subyugan todas las abejas bajadas del árbol de la noche,
la resequedad plena en mi olfato, la dulzura menguada
a falta de ternura: atravieso los ríos invisibles del olfato,
cada campanazo, amedrenta, este gusano que llevo dentro,
la voz rugosa de las piedras, la porfía del arcano hacia el abandono.
¿En qué sosiego puedo advertir estos arcanos, sin escupitajos,
después de bajar sin compañía a la perennidad,
al centro de mi cuerpo soterrado en los abanicos del crepúsculo?
El follaje de la noche tiene arenas movedizas, ayeres
de hojarasca, equipajes que siempre amarró la sal con nudo ciego,
ternuras que nunca adiviné con mis ojos ciegos.
Cuando miro el sueño que pasa a oscuras junto al olvido,
toda fugacidad se vuelve eterna reverencia en mi aliento;
cuando la brisa llega, cegada por mis quemaduras diarias,
la espina salta del costado, el polvo del letargo se hace cierto.
Ahora me rindo al alado mutismo de mi insomnio:
a oscuras la memoria trasegando silogismos, desatinos doctrinales
de mis pesadillas, faena que vuelve sumisa mi porfía.
A oscuras llego a la sangre sumergida de los pájaros;
es tanto el desvelo, que se vuelven cárcel mis fantasmas.
A oscuras este gemido de la pena, barcos y trenes destrozados,
la claridad enterrada de mis sueños,
esta tortura que hace más grande la herida, prolongada
bufanda del escombro, atroz rincón de mis anhelos.
Casi a la medianoche, no conservo nada de este mundo: se ha ido
toda luz; y aparece, siempre, el afán de la herrumbre,
las Siete Cabritas a cuentagotas, la espiga muerta de la respiración.
Nada es más cierto que la semilla plantada de esta herida;
¡cuánto latido aletargado en los párpados, cuánto frío,
cuánta lengua en derredor de mi hospedaje, dientes oscuros
del alfabeto, mi propio firmamento.
Mi propia sed torva, a oscuras como un grito ensangrentado!)
Barataria, agosto de 2011
4 comentarios:
Excelente poema -André- que he leído y comentado en el "Diván". Es fascinante la estructura que manejas, el verbo que te invoca y la soltura de tu pensamiento.
Estar "entre pareéntesis" me decora el paisaje de tu insomnio, me acerca aún más a tu tormento, a lo insondable de tu oscuridad. Y me agrada que todo el poema se mantenga bajo sus perspectivas "interiores", tal como las entiendo, cuando construyes por "escalas" tus textos.
Un placer, siempre, viajar por tu cielo.
Saludos.
Marina Centeno.
Siempre estoy; Marina, tratando traspasar los rituales del ensueño de la palabra para a las aguas que desde el interior, son cómplices de esa insondable oscuridad. Otros construyen su poesía desde los ritmos exteriores del reloj; yo lo hago a partir de la carne agónica,--acaso el interior que se hunde en el frío.
En poesía no hay muecas, lo sabes; cada palabra debe ser filo y destello, íntimo uso horario del pecho. El estar encerrado entre paréntesis, ya dice algo: hoy la monofía impura de la oscuridad. El árbol en el primer plano del aosmbro.
Muchas gracias por tu comentario,
André Cruchaga
Pues ante mi lectura el poeta -tu poesía- logra manifestar esos susurros internos que provocan claustrofobia, que para mí es una sensación agónica -como dices- pero que surge desde un placer al encierro. Acaso la agonía no marca un desbarajuste en lo íntimo, esa parte deshumanoide o tal vez demasiado humana del ser que salta a gritos o muy quedo. Tal como sucede entre lo tuyo, que como un imán busco el desenfreno de tus susurros, aunque la angustia penetre mis confines.
Me place visitarte -André.
Saludos.
El poema Marina, está concebido desde la monofonía (escrito erróneamente en mi anterior comentario); de ahí el ensimismamiento pleno hacia el ojo lacerante y descuajado de la pasión sincelada del karma.
Me devano entre las palabras y las destejo, no siempre se logra esta oscuridad clara del destello. No siempre. Éste es uno de esos poemas que me gustan mucho, descubre la tecumbre interior del aliento, andante como un leñador que despoja de sombras su propio árbol. Cada poema, entonces, es una alberca para bañar el alma o, en todo caso, arrebatar la cvorporeidad de su confín.
Muchas gracias, desde el cielo,
André Cruchaga
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