Pongo en la solapa de los libros el caracol de mis deseos como
un reloj o brújula del sentido común de las palabras; sostengo
cada movimiento en el círculo oculto de las esferas: de hecho, el espejo
copia todo el filo de los minutos en la lengua,
el desvelo demacrado del cierzo,
Imagen: Fotos gratis
INAMOVIBLE EL CARACOL EN MIS DESEOS
Y los días no son tan plenos
Y las noches no son tan plenas
Y la vida se desliza como un ratón de campo
Sin agitar la hierba.
EZRA POUND
Pongo en la solapa de los libros el caracol de mis deseos como
un reloj o brújula del sentido común de las palabras; sostengo
cada movimiento en el círculo oculto de las esferas: de hecho, el espejo
copia todo el filo de los minutos en la lengua,
el desvelo demacrado del cierzo,
los epígrafes de la baba en el caracol que cargan los trenes
en la penumbra de los vagones. Las esquinas del mendrugo
y el péndulo; el sabor tetelque del juego en los párpados.
Hay que reírnos ante ciertas sustancias en la cuenca de las manos,
reírnos del ritmo de los pulmones,
de las escaleras insoportables de la saliva,
de los círculos que da la mano sobre el abecedario,
del engrudo del amor, de los mimetismos aprendidos en la escuela.
A parte de todo, nos muerde el grafitti de las grietas,
el lápiz roza de cansancio los extravíos, —uno se paraliza
ante la hipnosis de la ráfaga: recuperamos el aire sin decir palabras,
estiramos la porcelana de la perplejidad,
cambiamos los secretos en los acantilados del ansia,
hasta que convertimos en rodajas de pan las ansias del azúcar.
Todo parece un aprendizaje disuelto en la salmuera: el cielo
es más agónico en el desvelo que en ciertos momentos donde
donde la sed se posesiona de la saliva.
Hay agonías que hacen crepitar el humo del cuerpo, —la levitación
real de los sentidos, el tapiz de los anfiteatros,
el mismo bosque húmedo reverdecido del musgo, las noches
plenas disfrazadas de memoria:
de pronto el espejo es un destello negro en medio de la noche,
en medio de todos los ratones torturando los zapatos;
(A menudo pienso en las libélulas con un dejo de descrédito;
recuerdo las esquirlas como peldaños en la lágrima,
los salmos de Dios en cada estrella que respiro: duermo tensado
entre los dedos de tantas ausencias: las aceras siempre
me resultan una fatalidad, la tormenta en la nube de los cementerios,
el enigma de la bestia sumida en los burdeles,
la piel gastada del aire, con sus propios sonambulismos.)
Con todo, crece la polilla y los días quemados de moscas,
La mala vibra de las cortinas pulverizadas,
Las estridencias complementarias a los martillazos, el vértigo
Torrencial de los pecados capitales, la marea de las ramas,
Desnuda en el entrecejo…
Barataria, 06.I.2010
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