sábado, 3 de julio de 2010

DESVELO DE LA DUDA

De cierto, la desnudez de la duda, se me agolpa entre manos y pecho.
La voz cansada entre ojo y desvelo. Barrotes de oscuridad, lúgubres
Ventanas a merced de la sed.
De pronto uno no sabe qué paisaje habla o calla.
Ilustración: Imágenes gratuitas








DESVELO DE LA DUDA








…me pierdo entre abrojos y arideces,
Y de orgullo la sabia me enveneno.
MARÍA CARBAJO








De cierto, la desnudez de la duda, se me agolpa entre manos y pecho.
La voz cansada entre ojo y desvelo. Barrotes de oscuridad, lúgubres
Ventanas a merced de la sed.
De pronto uno no sabe qué paisaje habla o calla. Qué gris hay
En la pupila herida, qué azulejos hunden la risa en los dientes,
Qué viento regresa como espejo a mis sueños, —supongo que habito
El desorden de las enredaderas, el puzle mudable del crepúsculo.
El murmullo de los epitafios lame y hurga los féretros.
La lengua guarda moscardones de invierno.
Un solo día tañe con sus uñas las escaleras del aliento. La antesala
De las sombras, —esta fugacidad en pedazos de la alegría.
De pronto el grito arma sombrillas de palidez: mimbres de pesada boca.
Hocicos de desgreñados fonógrafos.
Apaciguadas vírgenes de la deshora en la ducha de los relámpagos.
El ojo abre su abismo entre la arena. Muertas las palabras en los anillos
De la garganta, en esa prolongación deformada del celofán.
La duda muerde el quizás, la negación, el modo y el tiempo: muerde
Los adverbios y las interjecciones,
El mapa dislocado del humo, los racimos quemados de las túnicas,
El ave vaga del graznido. El letargo del estiércol en la lengua.
Esperamos, así, que brote la Flor de las Once en el plus de los cerillos.
No obstante la mano ahoga las estatuas, la artimaña en cestas de tomates,
La ducha en una tina sombría.
Los pájaros son fugaces en la camisa del cierzo.
Las pupilas arden en el pedestal de la noche. En el encaje del despojo
De la piedra, funeral del azúcar en la madera.
Se muerde cada fantasma amontonado en el aire, —cada vértice de cruz
En la almohada. Cada amor perenne, dejado, inevitable, en la vigilia.
—¿Es la luz esta herida llegada a duda? —Ahí, la mirada fugitiva
De la paradoja, la oscuridad del despojo, el ojo mordido del braceo.
Siempre así en el traspatio de los naipes.
La lengua en la ingle. El desvarío apolillado de los roperos. La mortaja
Helada de las alacenas. El río de la sed conmigo.
Siempre así, la piel curtida de mi alfabeto: el ultraje del mugido,
La silueta lacerante de lo subterráneo. El vinagre multiplicado
Del escombro. La urgencia de sacudir la espuma, —morder el balcón
Del entusiasmo, seguro ya, de no tropezar con esa gramática del aullido.
Con esa noche de sábanas raídas…
Barataria, 22.VI.VI.2010

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