Cada día es una página en blanco. Desde luego hay despojos.
En la ventana, a menudo, corrompen el cierzo las aves de rapiña,
Nuestros propios delirios que no se disipan en la noche.
He renunciado al papel carbón de ciertas agonías: querer entender
El mundo, por ejemplo, resulta una mosca con espejos.
En la ventana, a menudo, corrompen el cierzo las aves de rapiña,
Nuestros propios delirios que no se disipan en la noche.
He renunciado al papel carbón de ciertas agonías: querer entender
El mundo, por ejemplo, resulta una mosca con espejos.
Ilustración André Cruchaga
EN EL PAPEL DEL TIEMPO
Lento espacio sin voz
abriéndose a la tierra.
ANA GORRÍA
Cada día es una página en blanco. Desde luego hay despojos.
En la ventana, a menudo, corrompen el cierzo las aves de rapiña,
Nuestros propios delirios que no se disipan en la noche.
He renunciado al papel carbón de ciertas agonías: querer entender
El mundo, por ejemplo, resulta una mosca con espejos.
Ante el resplandor circular de una palabra, hay cientos de garrapatas
Contagiosas, —historias que revuelven el estómago. Abismos poderosos
Como los radares del moho, risas de diversa flama.
La poesía siempre lo pone a uno en la inclemencia del paisaje:
No es suficiente persignarse para disolver las culpas, ni derramar
Incienso en la sed, ni abrir la boca para ensalivar las palabras.
El tiempo engreña las aguas de las armónicas. Se pierde la simetría
De la sangre. Duele la nuca con su hacha de gritos. La sombra del papel
Camina entre fisuras de tiestos quebrados. Entre cámaras oscuras
El rostro deformado como un señuelo de la noche que vivimos.
Si hablamos de números no caben en el papel oscuro del País.
Si hablamos del paraíso, tampoco se puede dibujar la plenitud
De los jardines, sin recurrir a los olores nauseabundos de las calles,
Al Pegaso de la memoria sobre migajas en la mesa,
A cierto odio por las moscas y las finanzas, al desvío de las esquinas
Donde se tranza sin pagar la blancura de las remesas.
Siempre el espejo del papel termina siendo infructuoso itinerario:
Despertar monumental de las palabras que de pronto mudan
El cuero de las carcajadas o la pena sombría de la sombra.
De pronto la mugre de las manos queda impregnada en cada anverso
Y reverso, en la aspirina que deshace la saliva, en las aguas vagabundas
De la cara, caminos del ojo dentro del portafolio del calendario.
El tiempo nos juega los dedos de los pies, el aserrín feudal del recuerdo,
La oscura cabellera masticada por el aliento,
El halo de las confesiones sin bolsillo, el relincho después de las navajas
A quemarropa, el monumento de huesos invocados,
Las reliquias miserables que no se venden ni compran en el mercado
De pulgas, o la batalla que se libra en el sueño.
Aquí, hay un pozo de cactus, parábolas en el destiempo de la raíz.
Palabras sobre el papel de la razón, —razones cuyas palabras,
Las bebe el papel secante de los días…
Barataria, 18.VI.2010
No hay comentarios:
Publicar un comentario