sábado, 5 de diciembre de 2009

SOMBRA, A MI LADO-ANDRÉ CRUCHAGA

Autor de la fotografía: Vicente Asensio Torralba












SOMBRA, A MI LADO








Y yo, mortal, emponzoñado mi ocio,
en mi sombra, a mi lado, vi cómo
me vencía el grave pensamiento.
JOSEP CARNER

El aire en el oído se muere sin recordar…
JOSÉ LEZAMA LIMA







No hay más compañía que este oído sordo del aire. Destierro
De la risa deseada, desliamiento de la sed en la garganta.
Sólo a mi lado, esta sombra de movedizas plumas: —leve piel
Sobre las playas del ruido. Cabellos que de pronto desdoblan
Los párpados, escarcha de la hojarasca.
Los ríos del suspiro resplandecen en las aguas.
Cuello a cuello la brisa rememora las sombras.
Después los espejos en la respiración sutil del rocío.
Después la luz volviéndome oscuro.
Después la incandescencia respirando en los almácigos.
Al fin el umbral metálico de las puertas en el entrecejo.
Al fin fuera de los muros de la cetrería, de ese relincho de relojes
Insomnes, de ese asedio que embriaga los incensarios.
Mi lado oscuro tiene ausencia de cristales. Ahí las sombras.
Las colillas como hojas pisoteadas por transeúntes desaforados.
Ahí el tizne escuálido en los pañuelos.
Ahí la herrumbre de los hierros.
Ahí el frío en las orejas del césped. En la puerta de golpe
De la saliva. En la torres de sangre ensanchada en la piel.
A veces he descendido a la lengua abisal de las piedras.
—De pronto son así los juegos prohibidos de las barajas.
Los pasos ciegos sobre la chispa de la memoria.
Uno muere sin recordar los dedos de las estrellas en las pupilas.
El cuerpo se vuelve fragmento de pizarras: —La memoria
Que pestañea en la humedad, en la respiración de los muelles.
El sueño causa noches sumergidas en estanques.
En el fondo los hilos del recuerdo tienen parecido con la aguja
Enhebrada de las ventanas,
Con esa fronda mordiendo la medianoche.
No hay más compañía que este oído sordo del aire. Estos cangrejos
De dubitación nocturna. Esta arenga de las pestañas.
Este frío secular de las pupilas. Este sabor prolongado de peces
Amarillos. Y si acaso la hubiera, —una simple compañía—,
Valdría tanto como un abrigo de ramas.
Pero en este vencimiento, donde las llagas suman la sal de las aguas,
Sólo es próspero ese ropero de círculos
Donde la fuga real es aparente.
Por eso me quedo en los grifos pontificios del sereno con los ojos
En el abrojo, con la hoguera bebiéndose los balcones.
Mientras tanto, muerdo buganvillas de vigilia
Y esos guijarros eternos que mantienen las piras…
Barataria, 01.XII.2009

2 comentarios:

Marian Raméntol dijo...

Genial este poema, André, hay para perderse con calma en cada una de sus esquinas, me siento muy identificada con esas imágenes que trazas.

Un abrazo
MArian

André Cruchaga dijo...

Gracias, Marián, por la lectura de este poema. También por identioficarte con el texto. Siempre creo que lo maravilloso eso: extrapolar el sentimiento hacia otros. En este caso afortunado yo, que te hayas detenido en dichas esquina del vocablo.
Abrazos,
André Cruchaga