En el jardín de la noche los árboles se visten de porcelana.
El viento arrebata los sombreros de los árboles.
El viento arrebata los sombreros de los árboles.
Autor de la fotografía: Joseba Arrizabalaga Arteta
Canto a la ceniza
…puedo gritar, gritar hasta romper el techo…
FÉLIX DE AZÚA
En el tejado la luz del día transforma el polvo de las vestiduras.
Cada pájaro anda los sueños en las plumas.
Un día menos pensado las vocales respiran escaleras.
La lengua sube hasta los espacios de la cruz
En el jardín de la noche los árboles se visten de porcelana.
El viento arrebata los sombreros de los árboles.
Las orejas de las piedras crecen como raíces gigantes.
Los trenes cuelgan de los péndulos hasta desgastar su eco.
Las nubes grises siempre se convierten en el periódico
De todos los días, en la lágrima suelta sobre los cabellos.
Los niños que salen a la calle terminan siendo el sandwiche
De la violencia: —En el bolsillo ya no cabe el aire
De los anhelos, ni el blanco y negro de la impunidad.
Los espacios azules sólo se ven en los hoteles de cinco estrellas;
No en el petate donde bailan los piojos y las pulgas.
Alguien nos metió en la cabeza que el blanco es símbolo
De la paz y así, con el rostro también blanco nos cantan
El Himno a la Alegría. En seguida sangra el caballo de la muerte.
Hay cortejos fúnebres en el pensamiento:
¿Dónde encuentro manos y brazos sin heridas?
Jinetes de ponzoña maduran en el aliento; ahí los hisopos
Cabalgan como sepultureros, desenvueltos en huesos
Por las calles donde sólo cabe la noche como compañera.
Astillas de fuego lamen las alas.
Y así busco el chubasco de las semillas en la lluvia.
¿Hasta cuándo la noche será azor en medio de relámpagos?
—Los troncos de la respiración como muñones secos, los aleros
Evasivos de las lágrimas, la sal misma que lame las pupilas.
Desde siempre la sangre nace diariamente en el combate.
Quiero un melón de ternura en los nidos de la voz,
Y no el mal agüero, sombreado por guijarros y hojarasca.
Siempre me toca abrazar las palabras perdidas de medianoche.
—Y esa bufanda de brisa distinta a la risa.
En el follaje alrededor de los zapatos, caben peces ahogados.
Canto a la ceniza en esa flama que el carbón deshace.
Un portal de mortajas cubre las sombrillas del calendario.
Rígidas miradas alimentan los comejenes de los símbolos.
En los cementerios las mariposas elevan sus consignas.
¿En qué sitio puedo guarecer la blancura de mis uñas, o los lirios?
—cada vez la tierra se vuelve absurdo camino.
Las constelaciones destejen el último suspiro del día;
Mientras tanto los pájaros se pierden en el desierto de las palabras.
Los atrios del alba no resplandecen en el cielo.
Un día es menos cierto que la baba de las estatuas.
[Entre el estertor que me producen tus senos, entre las isla aceitosa
Que me refugia, camina el ojo y este grito de pájaro].
Ante los días y sus muros sin profecías de Jericó,
Alargo estas desgastadas puertas del suspiro…
Barataria, 08.IX.09
Canto a la ceniza
…puedo gritar, gritar hasta romper el techo…
FÉLIX DE AZÚA
En el tejado la luz del día transforma el polvo de las vestiduras.
Cada pájaro anda los sueños en las plumas.
Un día menos pensado las vocales respiran escaleras.
La lengua sube hasta los espacios de la cruz
En el jardín de la noche los árboles se visten de porcelana.
El viento arrebata los sombreros de los árboles.
Las orejas de las piedras crecen como raíces gigantes.
Los trenes cuelgan de los péndulos hasta desgastar su eco.
Las nubes grises siempre se convierten en el periódico
De todos los días, en la lágrima suelta sobre los cabellos.
Los niños que salen a la calle terminan siendo el sandwiche
De la violencia: —En el bolsillo ya no cabe el aire
De los anhelos, ni el blanco y negro de la impunidad.
Los espacios azules sólo se ven en los hoteles de cinco estrellas;
No en el petate donde bailan los piojos y las pulgas.
Alguien nos metió en la cabeza que el blanco es símbolo
De la paz y así, con el rostro también blanco nos cantan
El Himno a la Alegría. En seguida sangra el caballo de la muerte.
Hay cortejos fúnebres en el pensamiento:
¿Dónde encuentro manos y brazos sin heridas?
Jinetes de ponzoña maduran en el aliento; ahí los hisopos
Cabalgan como sepultureros, desenvueltos en huesos
Por las calles donde sólo cabe la noche como compañera.
Astillas de fuego lamen las alas.
Y así busco el chubasco de las semillas en la lluvia.
¿Hasta cuándo la noche será azor en medio de relámpagos?
—Los troncos de la respiración como muñones secos, los aleros
Evasivos de las lágrimas, la sal misma que lame las pupilas.
Desde siempre la sangre nace diariamente en el combate.
Quiero un melón de ternura en los nidos de la voz,
Y no el mal agüero, sombreado por guijarros y hojarasca.
Siempre me toca abrazar las palabras perdidas de medianoche.
—Y esa bufanda de brisa distinta a la risa.
En el follaje alrededor de los zapatos, caben peces ahogados.
Canto a la ceniza en esa flama que el carbón deshace.
Un portal de mortajas cubre las sombrillas del calendario.
Rígidas miradas alimentan los comejenes de los símbolos.
En los cementerios las mariposas elevan sus consignas.
¿En qué sitio puedo guarecer la blancura de mis uñas, o los lirios?
—cada vez la tierra se vuelve absurdo camino.
Las constelaciones destejen el último suspiro del día;
Mientras tanto los pájaros se pierden en el desierto de las palabras.
Los atrios del alba no resplandecen en el cielo.
Un día es menos cierto que la baba de las estatuas.
[Entre el estertor que me producen tus senos, entre las isla aceitosa
Que me refugia, camina el ojo y este grito de pájaro].
Ante los días y sus muros sin profecías de Jericó,
Alargo estas desgastadas puertas del suspiro…
Barataria, 08.IX.09
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