martes, 22 de diciembre de 2009

Invocación a los pájaros

Atrás de la montaña, en el cerro, el río desbordado
De los pasos, —agua verde en las sienes;
Autor de la fotografía: Ezequiel Martinez Vera









Invocación a los pájaros







¡Olor de los hombres urgidos, como de un soso matadero!,
¡agrios cuerpos de las mujeres bajo las faldas!
¡Oh ciudad contra el cielol
SAINT JOHN PERSE

…y dejaré que el viento me bañe la cabeza.
ARTHUR RIMBAUD







Atrás de la montaña, en el cerro, el río desbordado
De los pasos, —agua verde en las sienes; cierzo rojo
Para mis cabellos grises, pintados con la niebla del calendario.
Encima las ojeras de las hojas cayendo; el vértigo
De las nubes, la rueda de las piedras sobre mis zapatos.
La fragancia del hambre tiene lágrimas hirsutas.
De hecho, la respiración me revela tormentas de locura,
Ahí en los platos arrojados a lo agreste,
Ahí donde la sal afila sus muecas en las mejillas,
Ahí donde toda identidad tiene vestidos con telarañas.
[Yo quiero repetir la disección hegeliana con autopistas
De convulsivos arados; conservar el zacate del mito,
Respirar con cuchillos en la peste de Lautréamont, morder
Las ratas del alfabeto y hasta decirle al nacimiento:
Húndete aquí, en la suciedad de los neumáticos, en el ombligo
Encarcelado del Tercer Mundo donde zumban los epitafios.]
El ruido ha derribado las melodías íntimas del sexo.
Los días feriados presumen con tarjetas de crédito.
El torrente del dinero plástico es una erupción falsa y termina
Por romper las vísceras, los calcañales,
Envejecer prematuramente, cegar los átomos del sol,
Anchar la inocencia de las sábanas.
Muchos fósforos vuelven oscuras las cortinas de las luciérnagas.
Nunca es fácil vivir entre multitudes derribadas por el tráfico;
Ni siquiera pensar es una posibilidad: las sílabas del alcohol
Estallan en sonambulismo, anticipándose al vértigo de los espejos
En pleno orinar la fascinación por las begonias.
Es tan cierta la evidencia de todo, que ese todo se palpa
En mingitorios y lavabos de públicos letreros.
A veces leer a otros poetas lo pone a uno a pelear con gallos
De pelea, con perros de hirientes colmillos. Al final,
La antigüedad no deja ser asombro.
Aunque debo reconocer que toda palabra está inventada.
Sólo cambian los martirios, el cuestionario amarillo del aire,
Las cortinas de los párrafos convertidos en zapatos.
Cuando se empieza un poema, ye yergue la tortura del parto.
Se manchan las páginas en cinta de Cristo,
Pese a la vigilia del páramo, a la piel estirada de la obsesión,
A la muchacha vertiginosa que volvió aguja a la poesía.
Cuando se ara en el mar saltan las piernas largas de los peces.
Salta el ventarrón de los corrales, o el uranio de las parodias.
En el Foro de Copenhague no cabe Rambaud, ni Sastre.
Dónde ocultar las otras noches de las herraduras. Esas noches
De riñones disecados, —esas donde todos estamos pastando
Lágrimas. Ojalá que la metamorfosis no se simple balbuceo.
Y que el Nuevo Mundo sea un beso de Heráclito, sin la fanfarria
Longeva de los piojos, sin el maniquí mediático del asombro.
En nombre del éxtasis invoco a los pájaros, y a la globalización
Del asombro junto a Blake, junto a apollinaire, junto a Tzara…
Barataria, 20.XII.2009

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