miércoles, 16 de diciembre de 2009

Sistema de disfraces

Entre palcos y conjuros; entre hierros no de conjuración
Dialéctica, los disfraces mullidos de la incertidumbre.

Autor de la fotografía: Manel Miana Hernández







Sistema de disfraces







Salgo de un lugar y voy a otro, me inspiran compasión las jaulas.
No soy distinto al péndulo en la cueva ni al nadador vendado,…
JUAN CARLOS MESTRE

Me arranco los bigotes de crepé. Me borro el negro de las
cejas, el rojo de los labios y las rayas que marcan
las arrugas. Me unto la cara con vaselina hasta dejarla bien limpia.
JOAN BROSSA






Entre palcos y conjuros; entre hierros no de conjuración
Dialéctica, los disfraces mullidos de la incertidumbre.
Uno deduce aquellos torpes chasquidos del crepúsculo,
—esos vientos adiestrados en las plumas,
En el cartón de los ojos, en la balanza de la justicia.
Hay mucha negación en el color rojo de la noche. Hay horas
De la tarde inmóviles, —trenes sin asidero en los pétalos,
Cientos de dedos mordiendo los dedos de la noche,
Siglos escondidos en el amarillo de los brazos y las palabras.
Cada quien simula la altura de su propio pensamiento,
Aunque esté al ras del suelo, aunque escrito esté que ya no hay
Milagros en estas aguas dispersas del arrullo.
Aguas de marga calma en las enredaderas.
Uno mira alrededor las soledades del pensamiento en la garganta.
Las pocas páginas sin nubes en los periódicos,
Los maquillajes como llaves de un paisaje estéril.
Llevo lazarillos en la sangre para convertirlos en arrayanes:
La claridad se pierde en el hálito de la fragua. En esa mordida
Temblorosa de las flechas en pleno transitar de las hojas.
Uno vive en medio de feroces caras.
Las ganzúas mentales transitan impunemente en el aire.
Uno siempre busca respuestas en el tonel de las vitaminas;
Pero no siempre vaticinan la pestilencia, los afeites encubiertos,
Atrás de esa otra piel de las aglomeraciones.
A menudo las sombrillas llaman nuestra atención por su evidente
Esquizofrenia. —aunque de cierto son así frente al horizonte
Desvelado. Las puertas siempre se quedan en el umbral
De las pupilas. Un lecho de piedras rodea el misterio.
Uno cree que el aire puede derribar las cataratas de las máscaras,
Pero no es así. En ellas siempre persisten los caballos de la noche.
El aluvión de la muerte, y el drama de los ijares hecho zarza.
Es triste entrar a los nombres inexistentes del aliento.
Como lo es la realidad con toda la salmuera de loa abrojos.
[¿Qué día serás para verte en el ocote de la lluvia?; ¿qué piel serás
Fuera del aluvión de los pararrayos? —aguas sin el estrago
De lo sórdido. Piedad emergida del bálsamo. Un instante de jazz
Disuelto en el cierzo, o en el celaje abierto de mis pétalos.
Qué día nos quitará las sombras y nos acerque a la ventana
De los amantes, a lo humano que somos en el sueño].
Vivimos en el pasto de embalsamadas memorias. Vivimos bajo
El suplicio de las sábanas junto a lápidas amargas.
Nadie se atreve hoy a desvelar las máscaras heladas del tanteo,
El autorretrato solo a tras de los espejos. Nadie.
Nadie atraviesa la alucinación de ciertos paroxismos. La hora
Fecal del espectáculo, los huesos de la ansiedad sin lágrimas.
Nadie se atreve a transitar el patio de las ardillas como ejercicio
Para desvelar los telones de las nubes coaguladas en las sienes.
Nadie sube al ultramar de los relojes, en barcos de libertad plena
Por miedo al mapa del horizonte…
Barataria, 15.XII.2009

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