Siempre está aquí: pétalo fugaz del alma, ala, mariposa.
Agua férrea me encuentra en la palabra.
Autor de la fotografía: Javier Zapico Vázquez
La poesía
¡Amor, contra el espacio y contra el tiempo!
Un latido único de corazón;
Un solo ritmo: ¡Dios!”
CÉSAR VALLEJO
Siempre está aquí: pétalo fugaz del alma, ala, mariposa.
Agua férrea me encuentra en la palabra. Escinde el instante
Posible de los imposibles: corre indecible en los anillos
De la imaginación; mi alma incesante la desnuda.
Poesía sola enredada en el trueno de la lluvia. Poesía, siempre,
En el azogue del espejo que me mira; poesía, aquí,
Del amargor y la nostalgia. El alfabeto sube, papel de barcos.
Al lugar que vaya, me acompaña tu sombra: poesía de la Gracia.
Es la noche embozada en los relámpagos. Tiene la ternura
Tenaz de los delantales. Ciego juego de la embriaguez.
Uso ropa de veintiocho letras para amamantar los zaguanes
Del resuello, para entregarme al oficio del fuego.
Poesía siempre: galope de violentos designios, en los tejados
Azules de la angustia, los jinetes beben las tormentas.
Ayuna el andrajo en hamacas oscuras. Muerde el viento
Con su desvarío de puñales. Zumba la alacena del eco.
Sin saber quién eres, golpeas los sembradíos del crepúsculo.
La hora se vuelve antorcha de guitarras.
La sed, prófuga del vinagre, lame el cordero de la almohada,
Los pétalos de la risa, las semillas desveladas del insomnio.
Poesía siempre: sonámbula moneda en mis manos.
Sales sin postrarte en la saliva de las aceras. Sales de la garganta
Con un panal de letras, como un desove enroscado en el ombligo.
Alrededor de mí los pinos de las ventanas, la sal mullida
En las sienes, un tallo de cofres como bosque.
No tengo brida para despojarte del galope. Sólo la montura
De la vigilia, y los peces profundos de mi sangre.
Cuando te quiero asir, —luz del deseo—, desapareces
Como desaparece el templo de lo inasible, orilla breve del espejismo.
Sí, y me arrojas al vacío. Al dibujo de esa luz en los dedos,
Que me deja naciendo desnudo en cada espiga solar.
Los ojos se me van, poesía en el laberinto de la fuga.
En el pañuelo de la palabra que calla o moja el cuaderno
O la cama del asombro. Eres sótano y puerta. Eres salvación.
Callo cuando no estás en el escombro cotidiano de las llaves;
Cuando las ojeras se han hecho del tamaño del planeta;
Cuando las abejas rompen el pecho con sus alfileres.
Entras a mi sangre sin tocarla. Manantial de arcanos.
El eco de su martillo desemboca en antorchas fugitivas.
Luz siempre, poesía en mis pulmones. Luz siempre, poesía,
Hundida en mis ijares.
Luz siempre, espina inasible en mi costado.
Luz siempre donde la ceniza pierde el juicio.
Luz siempre, sábana inexplicable en lecho del tiempo.
Barataria, 13.XII.2009
La poesía
¡Amor, contra el espacio y contra el tiempo!
Un latido único de corazón;
Un solo ritmo: ¡Dios!”
CÉSAR VALLEJO
Siempre está aquí: pétalo fugaz del alma, ala, mariposa.
Agua férrea me encuentra en la palabra. Escinde el instante
Posible de los imposibles: corre indecible en los anillos
De la imaginación; mi alma incesante la desnuda.
Poesía sola enredada en el trueno de la lluvia. Poesía, siempre,
En el azogue del espejo que me mira; poesía, aquí,
Del amargor y la nostalgia. El alfabeto sube, papel de barcos.
Al lugar que vaya, me acompaña tu sombra: poesía de la Gracia.
Es la noche embozada en los relámpagos. Tiene la ternura
Tenaz de los delantales. Ciego juego de la embriaguez.
Uso ropa de veintiocho letras para amamantar los zaguanes
Del resuello, para entregarme al oficio del fuego.
Poesía siempre: galope de violentos designios, en los tejados
Azules de la angustia, los jinetes beben las tormentas.
Ayuna el andrajo en hamacas oscuras. Muerde el viento
Con su desvarío de puñales. Zumba la alacena del eco.
Sin saber quién eres, golpeas los sembradíos del crepúsculo.
La hora se vuelve antorcha de guitarras.
La sed, prófuga del vinagre, lame el cordero de la almohada,
Los pétalos de la risa, las semillas desveladas del insomnio.
Poesía siempre: sonámbula moneda en mis manos.
Sales sin postrarte en la saliva de las aceras. Sales de la garganta
Con un panal de letras, como un desove enroscado en el ombligo.
Alrededor de mí los pinos de las ventanas, la sal mullida
En las sienes, un tallo de cofres como bosque.
No tengo brida para despojarte del galope. Sólo la montura
De la vigilia, y los peces profundos de mi sangre.
Cuando te quiero asir, —luz del deseo—, desapareces
Como desaparece el templo de lo inasible, orilla breve del espejismo.
Sí, y me arrojas al vacío. Al dibujo de esa luz en los dedos,
Que me deja naciendo desnudo en cada espiga solar.
Los ojos se me van, poesía en el laberinto de la fuga.
En el pañuelo de la palabra que calla o moja el cuaderno
O la cama del asombro. Eres sótano y puerta. Eres salvación.
Callo cuando no estás en el escombro cotidiano de las llaves;
Cuando las ojeras se han hecho del tamaño del planeta;
Cuando las abejas rompen el pecho con sus alfileres.
Entras a mi sangre sin tocarla. Manantial de arcanos.
El eco de su martillo desemboca en antorchas fugitivas.
Luz siempre, poesía en mis pulmones. Luz siempre, poesía,
Hundida en mis ijares.
Luz siempre, espina inasible en mi costado.
Luz siempre donde la ceniza pierde el juicio.
Luz siempre, sábana inexplicable en lecho del tiempo.
Barataria, 13.XII.2009
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