martes, 15 de diciembre de 2009

Fuente del desvelo

Al respirar me desvivo en la añoranza ciega de los rastros.
Puente del desvelo, la sábana de Dafne y sus siglos
De malecón en la memoria.
Autor de la fotografía: Juan Carlos Martínez Salvadores








Fuente del desvelo







…todo en cadenas mil está sumido
y aún el raciocinar ya prohibido.
CONDE DE NOROÑA

Los solsticios cuajan el dolor difuso en una dura joya adamantina.
Delante del olvido nuevo, la única nube en el cielo será el sol.
RENÉ CHAR







Al respirar me desvivo en la añoranza ciega de los rastros.
Puente del desvelo, la sábana de Dafne y sus siglos
De malecón en la memoria.
Hacia la soga de lo diurno concentro mis aperos arcaicos.
Aunque cruje el tragaluz del tránsito, bien abro el cuaderno
Del armario. —Claro que los aleros, en un momento
Se tornan una lección abierta de pabilos.
Cuando subo al terraplén de las aceras, el estupor salta
Con sus anillos de cíclope. También el aleteo sigiloso de las ventanas.
Siempre este trajinar en la conciencia del polvo,
Me lleva a los demonios de la penuria,
Al vitral que los poros deshacen en las aldabas,
Al conjuro de hacerme tránsito en los encajes de la ceniza.
A fin de cuentas, sólo existe una manera de saberme vivo:
—La difusa piedra que imita los corazones. El agua enajenada
Del olvido o, quizá, la mano oscura que regenta la neblina.
De pronto hay tanto cansancio en los ataúdes que el ahogo
Se vuelve oneroso; es terrible que la muerte genere plusvalía.
Algo me dice que algunos se pasan la moral por la epiglotis.
Algo me dice que a los circos hay que ir sin ojos y oídos.
El humo es tal que azota mis pantalones.
La carne está entre las barajas de la agonía.
El rumbo lo construyen las aguas de las azoteas.
Un día quizá sólo seremos pálpito de flácidas semillas.
Creo que no me puedo confiar al “subibaja” de los niños,
Ni a los dolores de pecho que causan los dibujos virtuales.
Todo cuanto es pierde perpetuidad.
En el viaje hay que atajar los dos costados del aire. Y la ropa genesíaca,
Horadada por los dientes.
¡Cuán cierta es la furia de la realidad! Cierta en empeños.
Cierta en el escapulario de los poros, cierta en el trasiego
De las puertas, cierta en los terrones del aleteo.
¡Cuán cierto el nudo de la luz en los números arábigos!
Los atriles de la duda, los vagones del cansancio.
Desde este desvelo me nutren todas las ausencias posibles:
—nunca la respiración es ajena a los apiarios.
Nunca debajo del tronco, pervive el ojo limpio.
Se ve o se mira en la redondez de los hervores.
Se oye el anaquel del sueño en las olas. Arde la cuna de mis zapatos.
Todo aquí es esa locura del minuto.
A menudo para la ternura, es necesaria la desmemoria.
A menudo para el amor es menester convertirse en ermitaño.
Así será posible repartir los granos de aire en guacales florecientes.
Barataria, 11.XII.2009

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