La brújula del aliento, el momento que disuelve la piel...
Autor de la fotografía: Miguel Ángel Gómez Becerro
Noche del vuelo
Cuando regresemos,…será noche cerrada;
Fue cierto el metal del rayo sobre las sienes. El tallo quebrado
De la lágrima, las uñas cortadas en las raíces, la garganta
Rota de la vida sin posibles, ninguna armadura.
Apagué los ojos y quedé ciego. Sólo el galope de sonidos
En mis oídos. La sangre sobre los huesos.
El cordero del día en las manos inocentes de la brisa. —Un solo
Día tendido en las lanzas del minuto.
Al borde de los sentidos el ángelus del viento, el reloj detenido
En las baldosas, el asco de los cuchillos en las manos.
Alguien abrió mis ojos rodeado de canículas.
Alguien sazonó la sal de las brasas en mi boca.
Alguien fermentó las aguas del silencio con espesura de cincuyas.
Hasta el último viaje de las sombras, quizá perdamos
La brújula del aliento, el momento que disuelve la piel,
Desde la palidez amniótica hasta el intenso gris del tiempo.
No sé si en la pira o las candelas derretidas, quede algo
Que haga temblar los altares mayores del suspiro.
Cuándo fue candor la ropa de las mariposas —el eco de las ramas
En las curvas de las rodillas, los cráneos con telarañas.
[No “sé si quedándome más tiempo en este cuerpo mortal,
Yo pueda sacar fruto de mi trabajo, no sé en verdad qué
Escoger, si la muerte o la vida. Tengo deseos de verme libre”…]
Mi sangre es ajena a los vientos de este mundo.
O es tan propia a las minusvalías de la historia.
Eso lo saben las pupilas sobre los olivos del tiempo.
La sed generosa sobre la luz del rayo.
La sinfonía cimbrada en el tiesto donde el amor filtra las risas.
Hasta el cuello las góndolas de los peces. Los tallos de las hostias.
Hoy, la tierra desencaja en la medida de sus puertas.
La camisa de fuerza sin agujeros, el fondo cansado de los cabellos,
Las manos en el albedrío de los equinoccios.
Toda tú, historia, ajustándote a mis pupilas.
A las jeringas de los días. A la virtualidad del hastío en cápsulas
De energy booster, neurotrópicos y performance.
El mundo es un gigantesco grito de escombros donde los absolutos
Tienen la fisonomía del humo o la negación con tonadas de delirio.
Al final todo puede suceder, pese a los enceguecidos vaticinios
Del fin del mundo. Pese a los élitros del entusiasmo. Pese
Al alarido. —Me doy cuenta que al nacer, en el balbuceo o gorjeo
Está la reja y el abanico que no deslía los barrotes.
Me doy cuenta que a la sed sube, el vuelo de la noche.
Cómo será de otro modo el vértigo o el tránsito en la herida
Del agüero, en el espejo del duelo,
Sin que la cama deje de ser el guacal donde reposan los poros,
Sin que los zapatos pierdan la horma de sus gestos.
La noche tiene que desatar las imágenes a tientas. Las cejas
Del murmullo, y los pequeños coágulos sembrados en las sienes.
Ahora me toca temblar junto a las semillas,
Junto a la ofrenda de mi propio huerto. Junto al sobresalto
De un escapulario de ventanas indecibles…
Barataria, 29.XI.2009
Autor de la fotografía: Miguel Ángel Gómez Becerro
Noche del vuelo
Cuando regresemos,…será noche cerrada;
semejaremos fantasmas bajo los abetos…
RÉMY DE GOURMONT
RÉMY DE GOURMONT
Fue cierto el metal del rayo sobre las sienes. El tallo quebrado
De la lágrima, las uñas cortadas en las raíces, la garganta
Rota de la vida sin posibles, ninguna armadura.
Apagué los ojos y quedé ciego. Sólo el galope de sonidos
En mis oídos. La sangre sobre los huesos.
El cordero del día en las manos inocentes de la brisa. —Un solo
Día tendido en las lanzas del minuto.
Al borde de los sentidos el ángelus del viento, el reloj detenido
En las baldosas, el asco de los cuchillos en las manos.
Alguien abrió mis ojos rodeado de canículas.
Alguien sazonó la sal de las brasas en mi boca.
Alguien fermentó las aguas del silencio con espesura de cincuyas.
Hasta el último viaje de las sombras, quizá perdamos
La brújula del aliento, el momento que disuelve la piel,
Desde la palidez amniótica hasta el intenso gris del tiempo.
No sé si en la pira o las candelas derretidas, quede algo
Que haga temblar los altares mayores del suspiro.
Cuándo fue candor la ropa de las mariposas —el eco de las ramas
En las curvas de las rodillas, los cráneos con telarañas.
[No “sé si quedándome más tiempo en este cuerpo mortal,
Yo pueda sacar fruto de mi trabajo, no sé en verdad qué
Escoger, si la muerte o la vida. Tengo deseos de verme libre”…]
Mi sangre es ajena a los vientos de este mundo.
O es tan propia a las minusvalías de la historia.
Eso lo saben las pupilas sobre los olivos del tiempo.
La sed generosa sobre la luz del rayo.
La sinfonía cimbrada en el tiesto donde el amor filtra las risas.
Hasta el cuello las góndolas de los peces. Los tallos de las hostias.
Hoy, la tierra desencaja en la medida de sus puertas.
La camisa de fuerza sin agujeros, el fondo cansado de los cabellos,
Las manos en el albedrío de los equinoccios.
Toda tú, historia, ajustándote a mis pupilas.
A las jeringas de los días. A la virtualidad del hastío en cápsulas
De energy booster, neurotrópicos y performance.
El mundo es un gigantesco grito de escombros donde los absolutos
Tienen la fisonomía del humo o la negación con tonadas de delirio.
Al final todo puede suceder, pese a los enceguecidos vaticinios
Del fin del mundo. Pese a los élitros del entusiasmo. Pese
Al alarido. —Me doy cuenta que al nacer, en el balbuceo o gorjeo
Está la reja y el abanico que no deslía los barrotes.
Me doy cuenta que a la sed sube, el vuelo de la noche.
Cómo será de otro modo el vértigo o el tránsito en la herida
Del agüero, en el espejo del duelo,
Sin que la cama deje de ser el guacal donde reposan los poros,
Sin que los zapatos pierdan la horma de sus gestos.
La noche tiene que desatar las imágenes a tientas. Las cejas
Del murmullo, y los pequeños coágulos sembrados en las sienes.
Ahora me toca temblar junto a las semillas,
Junto a la ofrenda de mi propio huerto. Junto al sobresalto
De un escapulario de ventanas indecibles…
Barataria, 29.XI.2009
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