Juego a las distancias despeinadas. Al mismo amor
De la metamorfosis que se agita en el viento.
De la metamorfosis que se agita en el viento.
Juego a la cruz vertical del horizonte...
Autor de la fotografía: Felipe Paniagua Núñez
La poesía es un Juego
Este al menos es fuego
de cepa y me calienta todo el día.
CLAUDIO RODRÍGUEZ
CLAUDIO RODRÍGUEZ
Juego a las distancias despeinadas. Al mismo amor
De la metamorfosis que se agita en el viento.
Juego a la cruz vertical del horizonte. A las dolientes
Miradas del grito. A la paz despiadada que me da la vida.
Juego a los cangrejos, a las carpas,
A las horas fatigadas de mirarte en la fuga,
Al día y la noche que grazna en mis manos, a los hongos
Endiablados de la herida, al relincho de las pinturas de Botero,
A los alfileres fríos de la ciudad,
A la sagrada artillería de un pubis herido por la indulgencia.
Juego al estío de los pecados capitales:
—de otra manera no sería sobreviviente del caos. De otra manera
Sería un muerto sin imanes, sin féretro.
Juego a los pájaros sobre el campanario y las estribaciones.
Juego a las trenzas de los barcos en las olas.
Juego a las nueve cuartas de mi corazón convulso.
A las puertas que han dejado de ser nido.
Juego a las sombras perversas que horadan boca y sienes.
Juego a las ventanas enfrente de mis ojos.
A la eternidad perversa de los limones. A la sal hostil de las lámparas.
A tantos recuerdos sobre el sepia de tus labios. A tanto mundo
Inaudito. A tanto humo de locura.
Juego a la manera de la noche: —Ese es el juego de la Nada.
Esa es la temperatura absorbente de las sombras.
El animal palpable en la mesa de los puertos. El nadie, el absurdo
Sin miradas. El ido sin palparse en las servilletas.
Juego a los celestes aposentos de las alas: —A la pipa coja del humo
De mi tabaco; al abrazo desteñido de los pergaminos.
[Más allá de la inmensidad de las nubes, los relojes en su aleteo
Mudo: la arena extasiada en las pupilas; el duelo como mordiscos
De hierro retorcido].
Juego, —he dicho—, a los pájaros y a los colores.
A las pesadillas deletreadas del pan. A los incensarios y al gran dream
De las utopías. Los bolsillos muerden los tornillos de la sangre:
—Durante el día dibujo monedas en las paredes y hombros y manos
Invocando la fisiología del Padre Nuestro…
Juego a no ser la tempestad del enemigo.
Juego a las calles sin túmulos y funerarias. Sin olvido ni secretos.
Juego al río inigualable de las rodillas sin dolor de penitencia.
[Subo a ese tobogán de mis propias manos; al tapiz de la harina.
Claro que el rostro está expuesto al ojo de las excentricidades].
Juego y no me canso de jugar. “Memoria soy, —dijo Quevedo—,
Apresurado el postrer sueño”.
Juego y no me canso de jugar, enfebrecido.
Bosque. Latido. Espejo húmedo de la luz.
Fondo. Sonido gimiente, la voluntad insobornable.
Juego y no me canso de jugar. Mientras el tránsito sea leve,
Habrá un vilano sobre el chasquido de los cascos,
Sobre la intensa habitación del Mundo…
Barataria, 25.XII.2009
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