Cruza el pájaro la última frontera del calendario. El zumbido
Denso de los espasmos. Cruzan ahora todos los imaginarios.
Denso de los espasmos. Cruzan ahora todos los imaginarios.
La luz a tientas en las manos del aire
Autor de la fotografía: Pablo-Alcázar-Costa
Estertor
…se me pasaron las ganas de
vomitar hasta que por fin pude
volver a la sala para ver el
final. Esa vez, recuerdo, culpé de mi mareo
a una baja de presión.
MARCELO RIOSECO
Pourquoi pas un sourire et pourquoi pas des larmes
Tout au bord de la toile où jouent les petits clous
PAUL ÈLUARD
MARCELO RIOSECO
Pourquoi pas un sourire et pourquoi pas des larmes
Tout au bord de la toile où jouent les petits clous
PAUL ÈLUARD
Cruza el pájaro la última frontera del calendario. El zumbido
Denso de los espasmos. Cruzan ahora todos los imaginarios.
La luz a tientas en las manos del aire;
La imagen de los nombres que nunca concluyen;
En cabello negro sosteniendo el umbral de los pétalos.
El mismo silencio, hondo, del fuego sin saber a dónde llega.
La flauta del paisaje se ha vuelto un azor; en las puertas
Cuelgan los párpados,
El patio de la noche donde se pierde el paraíso.
En las hojas del bosque están sostenidas mis vigilias —Hojas
De libros, librando batallas; sueños de desconfianza y ceniza.
Me veo en las tumbas del lenguaje. En los gusanos inocentes
De mis palabras, iluminados por fuegos fatuos.
[¿Qué diría el Caballero de Olmedo hoy en día del “dolce stil novo”,
“de la nueva historia que señala las heridas”. O Racine, ante
La felicidad inaccesible, o Wordsworth en su beatitud solitaria,
Fúnebres ascensiones del esplendor, dolientes pájaros en el tropel
Del sueño; o Coleridge, sombra a fin de cuentas en el arrebato
Del hálito; alud gris en las cataratas de la luna, trino seco del ruido,
Repentina luciérnaga de la brisa;
Qué digo de este demoníaco grito de la angustia, extraña bruma
Del deseo; dónde queda Shelley, la perplejidad como ese refugio
De fósforos del tiempo: –Tiempo, acaso, de fatigadas lámparas?]
Tenemos días de siniestra orina galopante.
Siglos hasta perdernos en el laberinto de cuchillos.
Fatuas fotografías al rojo vivo.
Eclipses ahumados por rostros ciegos.
Después clavos tratando de cerrar el respiro. El hilo seco de la saliva
Después la sensación de la piedra caliza de las sienes.
Después la grúa de los periódicos anclados en la niebla.
Los trenes en el almanaque de los rieles: los rieles cuyo afluente
Desemboca en las sienes, la luz a gran altura de las llaves,
Con tropezones y andrajos sobre las aceras.
[El sudor helado en la almohada, sin que le envíen tarjetas
Postales a ese barco que hace fosas en mi pecho.
En las calles las armas pululan como los baches, como los tiranos
Blindados de impunidad. Como este pecho de pobres peatones.
Como esta hambre de morderte con la ira].
En este calendario cabe la pus de la violencia: las noches largas
De las piedras, las habitaciones precipitadas,
Los cordeles en las manos y las vendas en los retretes audibles
De la congoja.
En el vaho las bocas florecen de pavor.
Hay inviernos en cesantía, —hongos de fétida ciudad, charcos
Salpicando los zapatos, tejados goteando centavos de plomo,
Ancianos raspando la costura de su equipaje,
Y meses con rimel de temperaturas galopantes…
Barataria, 27.XII.2009