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ASOMBRO DEL EXTRAVÍO
Su voz solo Su voz y mi infancia que se
desmorona cuando regreso a ella: en la mirada se queman los horizontes tanta el
olvido y su estatua de amante en alguna esquina del viento hay lenguajes
confundidos y sombras de granito que desafían a los ojos y ropas que uno dejó
atrás del imposible croa el frío en la covacha del tórax en el alto oído de los
ecos se acumulan las fogatas de la noche y sus cruces o la lucidez necesaria
para no trepar al árbol donde anida el cuervo siempre los anhelos resultan
inexactos para ascender o abrir la caja de aire del tiempo toda la luz es lo
discontinuo de la oscuridad todo sollozo irrumpe con su propia identidad el
agua infatigable de los pequeños mundos desvividos desde la furia heroica de
las palabras desmoronamos los ahoras y cuanto de fúnebre tienen los cementerios
sobre el cadáver difuso de las perturbaciones los candelabros diagonales de las
ventanas las noches inmóviles de los cántaros: todo aquello a lo que se juega
gira en torno a las deslecturas de los sarcófagos en cuya lápida uno le
agradece a la posteridad nunca aprendí de memoria las congruencias sino el nexo
de las sombras con el aliento esa ilusión de conciencia que uno tiene con las
erratas o la alma marea de la agonía colgando de un muelle a ratos la mirada se
enfría de tantos nombres de tantas pastillas jarabes ungüentos pócimas que
siega la curva del umbral cualquiera sabe que es leve el corazón y perenne el
asombro hasta el punto de perdernos de quitarnos la ropa y el alma pero en fin
nada importa el extravío es solo una manía de no estar aquí un vacío que bien
cabe en lo insepulto de las palabras o en el rosario de ceniza del remanso uno
acaba siendo ese nunca del que nos
hablaba el poeta en su “pasado efímero”
Barataria, 2017
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