Imagen cogida de la red
OJO INSOMNE
Para María
Luz, (fallecida el domingo 19 de julio de 2015)
Yo
no sé, yo conozco poco, yo apenas veo,
pero
creo que su canto tiene color de violetas húmedas,
de
violetas acostumbradas a la tierra,
porque
la cara de la muerte es verde,
y
la mirada de la muerte es verde,
con
la aguda humedad de una hoja de violeta
y
su grave color de invierno exasperado.
Pablo
Neruda
Los perros
ladran a la orilla del sueño, ciegas aguas y sombras apretadas en el pájaro
muerto de mis congojas: día tras día la sal extrema de las horas y el
cuentagotas del reloj, lento, sobre la hojarasca. Lenta y fúnebre la
desesperación, tan antigua como la luz agria de los pensamientos; lentas y
desdeñosas las ramas desprendidas de la noche, la ternura acaso, ciega en mi
voz. Lenta la madera que se deshace en el féretro, árido el cuerpo de alelíes, huye
este apretado mar de litorales. Lento el paladar que ya no sabe del viento, ni
del misterio de los muelles, errátil julio de los sueños, demasiada palidez en
el calendario postrero de los trenes de Las Pavas y San Isidro. En los vagones
rotos de la lejanía el oscuro frío de los cabellos, el hondo abismo de los
caminos de la infancia. Lentos los postes de la lluvia y las imágenes grises
del silencio y el vacío intermitente de las cosas. Abajo, ya no la casa, ni el
cielo, sino el abismo, la Nada en su ancha realidad, la casa descendida a
ceniza. En blanco y negro los trenes, los primeros sueños del rocío, el ritmo
húmedo del alba en el silabario de noviembre. Al principio son verdes las
colinas del calendario, después se hace sorda la luz y la gracia y los meses y
la claridad del infinito; sí, después se alza sobre nosotros la tarde y huyen
entonces todos los anhelos y todos los instantes. De pronto, todo el moho sobre
nuestras sienes, decrecen los caballos de la nubes; nos acercamos al atrio de
los escapularios para cruzar el zumo del misterio. Lenta es la piedra compacta
de la soledad y su caparazón inerte; ¿quién te invita a la vida para dejarnos,
después, en la intemperie? Con qué rigor y fiebre muerdes el pulso hasta el
punto de arder en lápida el sagrado cuerpo de la vida. No hay alas que hospeden
esta fuga, ni que abracen al alma y su liturgia; todo se nos va en este arrullo
insoslayable del destino: ahora es tórrido el párpado, el voraz apetito de la
vigilia, el corazón que maduró junto a sus deudos: es extraño todo el cántaro
que nos contiene, todo el alfabeto del horóscopo tatuado en nuestro aliento. En
no sé qué dominios o códigos, la noche remota nos tatúa, nos hace visibles. Ante
todo este ahogo, solo magnificamos los peces y la fábula: uno nunca lo sabe,
pero a diario, izamos la flor de la muerte; viene siempre lo indecible,
acompañado de ese último respiro, que nos hace ser flama en el escombro.
Barataria, 14.VIII.2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario