Imagen cogida de la red
LABERINTOS LÍQUIDOS
Desde el mar incierto del
subconsciente, los anónimos minutos del filo,
las ojeras de la identidad en
medio de la decrepitud de ciertos lugares.
¿Cuántas aguas oscuras inundan el
deseo ferviente de las eyaculaciones?
En la memoria, descalzos los
escalofríos de los paraguas,
el matorral antojadizo de las
palabras,
los orgasmos de la vigilia entre
los corchetes de las esquinas del aliento.
En la boca del tráfico, sentimos
la onda expansiva de la saliva: a las aguas
le debo la memoria, el párpado
esquivo de los días absortos, los artificios
fúnebres de las almas, el
trabajoso olvido que tienen los ataúdes.
Me adentro a los aullidos de lo
torrencial: en la marea se revela lo volátil
de las aguas, la tempestad
afilada de los ijares,
la lengua y su disperso
laberinto, el territorio adentro de la raíz destinataria,
junto con la ciega neutralidad
del semen.
En el sollozo a fondo de los
pájaros, la cobija en desequilibrio frente a los ojos;
todo puede suceder mientras no
bostecen las luciérnagas.
—El tiempo nos contagia de manera
desmedida; no existe parábola
para dejar de sangrar en este
delirio de esqueletos y máscaras.
No existe el absoluto, cuando
somos apenas sombra en otros rostros.
No somos muralla, ni firme muro,
cuando en realidad el respiro es efímero.
(Pese a los tantos años de espera y movimiento, todo fenece como
está escrito;
el disfraz quizá sea el único hallazgo)…
Barataria, 19.VIII.2015
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